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Domingo 17A TO
“El reino de los cielos es como un tesoro escondido y una perla fina” (Mt 13, 44-52)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Perla fina )
José Martínez de Toda, S.J. ( martodaj@gmail.com )
¿Cómo elegir siempre lo mejor?
<Había que trasladar de sitio a una gallina con sus siete pollitos. La mamá le dijo a su
hijo pequeño que metiera la gallina con sus pollitos en una canasta. El niño se puso a correr
tras cada pollito para agarrarlo y echarlo en la canasta. Inútil. Se le escapaban, se caía al
suelo, y hasta la gallina comenzó a perseguirlo con su pico amenazante. Aquello era un
fracaso.
Cuando se serenó el ambiente, la mamá del niño intervino. Logró meter en primer
lugar a la gallina en una canasta, y la cubrió con una cobija. Entonces la gallina comenzó a
llamar a sus pollitos, que se reunieron alrededor de la cesta. Cuando se abría un pequeño
agujero, todos fueron entrando precipitadamente en la canasta. Se había cumplido el
operativo en un par de minutos.>
Lo importante es atrapar al bien supremo, que trae consigo todos los demás bienes.
En este ejemplo, la gallina es el bien supremo, que atrae a los pollitos, que son las
muchas cosas de la vida.
¿Cuál es ese bien supremo, que encontrado, atraerá todo lo demás?
El evangelio llama “Reino de los cielos” a este bien supremo, y de él dice Jesús:
“Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás lo recibirán por añadidura”
(Mateo 6:33).
“Reino de los cielos” es sinónimo de “reino de Dios.” Los judíos tenían miedo de
usar mal la palabra ‘Dios’. Por eso Mateo usa la palabra ‘cielos’, para no tocar la palabra
‘Dios’ por respeto a la santidad del nombre de Dios.
El reino de Dios es el reino donde hay paz, amor, justicia, respeto… Todo eso reina en
nuestros corazones, en nuestras vidas, en nuestras casas, en nuestra sociedad, en nuestro
mundo… El que encuentra el reino de Dios encuentra todo lo deseable.
Jesús lo compara a un tesoro escondido y a una perla fina de gran valor.
¿Qué hacían los antiguos con un tesoro escondido?
En tiempos antiguos era difícil guardar en lugar seguro las cosas de valor. No existían
bancos seguros para cuidarlos. Tampoco los podían guardar en sus casas, pues los bandoleros
podían entrar en las pequeñas aldeas y saquearlas. Asimismo los soldados tenían libertad para
tomar lo que necesitaran.
Por eso muchos escondían su dinero y valores bajo tierra.
Pero ese sistema de enterrarlos tampoco ofrecía garantías.
Una persona podía morir de repente, llevándose a su tumba el secreto del lugar de su
tesoro. Podía también ir de viaje pensando en volver, pero de hecho nunca volvía.
Por eso, la ley rabínica judía proveía que estos tesoros escondidos pertenecían al que
los encontrara.
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Asimismo en el mundo antiguo las perlas ocupaban un lugar muy especial en el
corazón de los hombres. La gente deseaba poseer una bella perla, no sólo por su valor
monetario, sino por su belleza también.
Por eso, en las dos parábolas los actores venden todo lo que tienen para poder comprar
aquel campo, donde hay un tesoro, o aquella perla especialmente fina.
¿Hay algún ejemplo en la Biblia de quien dejó de lado riquezas y poder por
asegurar algo más importante?
Sí, Salomón, como nos cuenta hoy la Primera de las Lecturas (1 Reyes 3:11-13).
Dios se le apareció en sueños y le dijo: - Pídeme lo que quieras.
¿Y qué le pidió a Dios?
El joven rey Salomón necesitaba en sus comienzas muchas cosas: riqueza, fuerza
militar, fama, seguridad… y, por supuesto, prosperidad, felicidad, vida larga...
Pero Salomón respondió:
-“ Te pido me concedas sabiduría de corazón para gobernar a tu pueblo y distinguir
el bien y el mal, pues sin ella ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?
Salomón no cayó en la trampa de peticiones egoístas: salud, dinero, amor...
Pidió un corazón que supiera escuchar, una mente atenta a la mente de Dios, saber
tomar decisiones que agraden a Dios, sabiduría para distinguir lo bueno de lo malo. Eligió
vivir en armonía con la voluntad de Dios.
¿Y cómo reaccionó Dios?
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, porque pidió precisamente lo
que Dios quiere dar a sus hijos. Y Dios le concedió sabiduría y un corazón atento, y además le
concedió lo que no había pedido: “ riquezas y fama mayores que las de rey alguno”.
¿Qué hubieras pedido tú?
Muchos responderán: “La Lotería, la tarjeta Visa Oro, una casita junto al mar, un gran
amor, no tener que usar ninguna pastilla ni azul ni rosa…”
Para pedir bien necesitamos un sistema de valores sano y cristiano, y tener claras
nuestras prioridades. Sólo desde la sabiduría de Dios nuestras prioridades serán justas.
¿Hay otros ejemplos de quienes hicieron algo parecido a lo que hizo este
mercador y el otro hombre?
Así es. Los discípulos , que dejaron todo para seguir a Jesús (4:18-22; 19:27-30);
También Pablo , que pensaba que todo lo demás era pura pérdida “comparado con
conocer a Cristo Jesús” (Phil. 3:8).
¿Qué podemos aprender de estas dos historias?
Hay dos lecciones:
La primera: que el Evangelio es exigente . Estas parábolas nos invitan no sólo a
buscar primero el reino de Dios, sino a buscar sólo este reino.
- La segunda es la alegría y prontitud con que los personajes se desprenden de todo
por comprar el campo del tesoro y la perla fina.