XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
BUSCAS Y ENCONTRARÁS
Padre Javier Leoz
No es grande el hombre por lo que tiene sino, mucho más grande puede ser, por
lo que le queda por alcanzar” S. Laven
1.- La fe es una llave que nos proporciona el conocer y abrirnos a los tesoros de
Dios. Sin ella es imposible vender otros campos (lo material, lo aparente o lo
superficial) para quedarnos con lo esencial y verdaderamente valioso: el amor
de Dios. Desde lo más hondo de nuestras almas sentimos la presencia de Dios,
pero son tantos los obstáculos que salen a nuestro encuentro que, en muchas
ocasiones, ese sentimiento de lo divino queda en segundo o en tercer lugar.
Siempre, y lo tenemos que reconocer, es más fácil marcharnos o escaparnos en
busca de lo que reluce (aunque sea simple hojalata) y dejar de lado aquello que
no es tan alucinante pero que resulta ser oro.
Hoy, más que nunca, vemos que el tesoro de la fe es joya escondida en el
inmenso campo de nuestra sociedad. Resulta arduo dar con él; nos quedamos
en las cosas y olvidamos las personas. Apostamos por las ideas y relegamos el
lado humano de los que las defienden. Nos asombramos por la grandeza del
mundo y desertamos de Aquel que lo creó para la perfección, disfrute y
supervivencia humana: a Dios.
¿Dónde hemos dejado a Cristo? ¿En qué risco lo hemos olvidado? ¿Es la familia
un huerto en el que cultivamos la perla de la fe? ¿Es la política una tierra en la
que los católicos, cuando acceden a ella desde distintas opciones, respetan e
incluso valoran el tesoro de la fe? ¿Es el corazón y nuestra vida misma un rincón
en el que cuidamos con esmero nuestra pasión por Cristo?
2.- Hay que comenzar desde abajo. Si hay cosecha es porque, previamente, ha
existido siembra, riega, poda, abono y esfuerzo. La fe, aun siendo una fortuna,
nos exige un trabajo de conocimiento y de transmisión. ¿Sirven de algo cruces o
imágenes en los montes o en las plazas si, luego, la vida de sus ciudadanos van
en dirección contraria a lo que esos símbolos significan? Desde luego, la
simbología cristiana, ha de ser más que pura estética. Mucho más que un decoro
histórico o cultural.
El tesoro de la fe no podemos sustentarlo exclusivamente en las formas o en las
tradiciones seculares heredadas. En cuántos momentos, sin percatarnos de ello
o incluso sabiéndolo, podemos caer en un paralelismo entre fe celebrada y fe
vivida: celebro festivamente a María, a los santos….en mil expresiones populares
pero, a continuación, la fe no cambia mi forma de pensar, vivir o actuar. Es
cuando vemos que, la fe, lejos de ser un tesoro, es moneda irrelevante y sin
valor. Se queda en la superficie, su manifestación, pero no ha llegado a calar en
nuestro comportamiento personal o comunitario.
¿Qué hacer para que, la fe, llegue a ser un tesoro apetitoso y recuperarla de
nuevo?
-No poner a las cosas, lo efímero, por encima de Dios. Volver a la lectura de su
Palabra.
-Vivir como cristianos implica no mirar hacia atrás (quemar o vender lo que
puede convertirse en huida)
-No vivir apegados (como el erizo en un acantilado marino) a nuestros caprichos
o religión a la carta
-Considerar el ser católico o cristiano, como una ganancia, un orgullo, una
oportunidad para ser diferentes y distanciarnos de muchos dictados de la
sociedad.
Ojala que, al meditar el evangelio de este domingo, nos preguntemos ¿qué
tengo que vender para salvaguardar el tesoro de Cristo? Cosas tan sencillas
como el egoísmo, la timidez como cristiano, el testimonio silenciado ante las
gentes, la vanidad, el mal carácter, la tacañería, las malas palabras, la falta de
oración o de comunión con la Iglesia… pueden servir para seguir cultivando el
campo del gran tesoro de nuestra fe en Jesús.
3.- ¿DÓNDE ESTÁS, SEÑOR?
Que me dicen que, hace un tiempo,
te sembraron en mi corazón…y no te encuentro
Que pregonan que, en el cielo te hayas,
y cuando levanto la vista no te alcanzo
Me repiten que, en los destrozos del mundo,
es donde especialmente sales a su lado
y… no llego a percibir tu presencia.
¡Dónde estás, Señor!
¿Qué tengo que vender para poder comprarte?
¿Qué tengo que dejar para poder conseguirte?
¿Qué parte de mi hacienda he de regalar
para que, Tú, seas la definitiva riqueza y valor a mi vida?
¡NO ME CONTESTES, SEÑOR!
Mis ojos no te ven porque andan distraídos
Porque prefieren verse seducidos
por el gran capital que el mundo oferta
Mis manos disfrutan mucho más
cuando acarician los lingotes del oro del bienestar
de lo que cuenta y vale en la sociedad
del prestigio o del dinero
del buen nombre y buena vida…sin mínimo esfuerzo
¡NO ME CONTESTES, SEÑOR!
¡Demasiado bien sé dónde se encuentra tu tesoro!
En el silencio,
que tanto hiere porque tanto me dice
En la humildad,
donde la pequeñez tanto me asusta
En la sinceridad,
que me convierte en diana de tantos dardos
Ayúdame, oh Cristo, a no perder el campo de tu tesoro:
La fe que es llave para poder amarte y descubrirte
El amor que es bono seguro que cotiza en el cielo
Mi perfección, para no convertirme en algo vulgar y solitario
¡NO ME CONTESTES, SEÑOR!
Soy yo, quien hoy más que nunca,
necesito buscarte por mí mismo
y ponerte en el lugar que te corresponde:
¡EN EL CENTRO DE MI TODO!
Amén