XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
Domingo
Lecturas bíblicas
a.- 1 Re. 3, 5. 7-12: Pediste discernimiento.
El autor sagrado destaca de la vida de Salomón tres rasgos fundamentales para
comprender su figura. Ser sabio (cc. 3-5), gran constructor (cc. 6-9), y hombre rico
en bienes materiales y espirituales (c.10). Lo que más se destaca en el texto es su
sabiduría extraordinaria, superó con creces a los sabios de Oriente, por lo que se
hizo famoso en todos los pueblos del entorno de Israel (cfr.1 Re. 5, 9-14). El texto
quiere hacer su sabiduría en el arte de gobernar, con la reorganización
administrativa del reino de Israel, pero también en su relación con el resto de las
naciones (cfr. 1 Re. 3, 16-28), sin olvidar que su saber se extendió a las artes y
letras. La sabiduría de Salomón, quiere el autor sagrado, con fuerza señalar que es
un don de Dios, fruto de su oración en el templo de Gabaón, acompañado de
sacrificios gratos a los ojos de Dios. Un reflejo de esa sabiduría es la oración sabia e
inteligente por eso fue agradable a Dios, no se dejó llevar por el egoísmo, sino que
pidió sabiduría para saber juzgar, discernimiento entre el bien y el mal, en
definitiva, saber gobernar. La respuesta divina habla de su magnanimidad a la hora
de colmar de bienes al hombre, como a Salomón, sabiduría y riquezas materiales
(cfr. 1 Re. 10, 14-29; Lc. 6, 38). Una interpretación de dicha oración de Salomón la
debemos al libro de la Sabiduría: “Por eso pedí y se me concedió la prudencia;
supliqué y me vino el espíritu de Sabiduría. Y la preferí a cetros y tronos y en nada
tuve a la riqueza en comparación de ella. Ni a la piedra más preciosa la equiparé,
porque todo el oro a su lado es un puñado de arena y barro parece la plata en su
presencia. La amé más que la salud y la hermosura y preferí tenerla a ella más que
a la luz, porque la claridad que de ella nace no conoce noche. Con ella me vinieron
a la vez todos los bienes, y riquezas incalculables en sus manos. Y yo me regocijé
con todos estos bienes porque la Sabiduría los trae, aunque ignoraba que ella fuese
su madre.” (Sab. 7, 7-12). Hermoso texto que habla de lo esencial de la vida del
hombre, discernir entre lo eterno y lo superfluo.
b.- Rm. 8, 28-30: Nos predestinó a ser imagen de su Hijo.
En estos breves versículos San Pablo, se encuentra encerrada una gran riqueza
teológica donde deja en claro la acción salvadora de Dios y la vida del hombre con
todo su quehacer cotidiano, pero de lo que se vale Dios para llevar adelante su
obra, hasta llegar a su glorificación final. Enumera el apóstol las obras que
pertenecen a actos eternos de Dios: la presciencia y predestinación a ser conformes
a la imagen de su Hijo, vocación a la fe, justificación y glorificación; los otros actos
pertenecen al hombre o realizados en el tiempo. La presciencia consiste en ese
conocimiento que tiene Dios del beneficio o la gracia de ser conformes a la imagen
de su Hijo, es decir, reproducir en sí mismos los rasgos esenciales de su Hijo, como
Hermano mayor de una numerosa familia, con el destino de gloria que ello conlleva.
Este es el fin último de la obra de Dios: la gloria de Cristo, cuya soberanía aquí se
quiere resaltar (Col. 1, 15-20).
c.- Mt. 13, 44-52: Parábola del tesoro y la perla fina.
El evangelio nos presenta la segunda parte del discurso parabólico de Mateo: las
parábolas del tesoro en el campo (v.44), la perla (vv.45-46), y la red (vv.47-50),
con clara alusión al Reino de los cielos. La palabra tesoro suscita todo tipo de
expectativas desde la esperanza de cambiar de vida hasta la despreocupación el
futuro, libre de preocupaciones. Jesús habla de un tesoro, alguien lo encuentra,
reconoce su valor va y vende todo lo que tiene, y adquiere aquel campo. A esto se
agrega la alegría por haber encontrado el tesoro. Todo cuanto se tenía, dejó de
tener valor. El hombre se hace dueño del campo por la vía legal, porque encontró el
tesoro, así será dueño del suelo y subsuelo, como mandaba la ley judía. Este tesoro
es el reino de Dios, y por tanto, es el mismo Dios. El que encontró el mensaje de
Jesús, renuncia a todo lo demás, encontró la verdad y la vida. Teniendo a Dios lo
tiene todo, sólo Dios basta, esta lección sólo se aprende en la vida real. La segunda
parábola es la de la perla fina (vv. 45-46). La palabra perla fina, suscita la idea de
un altísimo valor y belleza de forma y de luz. El reino de Dios no sólo posee un alto
valor sino también el bien más bello y perfecto que se pueda alcanzar. El que
encontró la perla fina, se dedicaba a buscar este tipo de perlas, a diferencia del
hombre, que encontró el tesoro por casualidad, como muchos que encontraron a
Jesús, sin haber tenido el afán de encontrarlo. En esta parábola se puede pensar en
quien busca la verdad como Nicodemo o la Samaritana (cfr. Jn.3, 1; 4,1). Este
hombre es un gran comerciante de joyas, que al encontrar esta fina perla, vende
todo lo que tiene por adquirirla, sabiendo que bien vale la inversión. Mientras Jesús
no rebaja las exigencias, encontrada la salvación el hombre lo entrega todo hasta la
propia vida con la alegría fontal del hallazgo. La búsqueda hecha con dedicación
alcanza lo que se buscaba. Estas dos parábolas hablaban del tiempo presente. La
parábola de la red, habla del tiempo futuro. Actividad muy común en el mar de
Galilea: la red llena de peces, la sacan a la playa, para hacer la selección de los
peces buenos y malos. Antes se usó la metáfora de la siega, que separaba el trigo
de la cizaña, aquí son peces juntos que los pecadores separan. En la realidad
escatológica, la separación es sólo incumbencia de Dios, el hombre no puede
realizarla aunque quiera. La parábola pone a Dios como el Señor del juicio, juicio
que ha traspasado al Hijo, para gloria del Padre (cfr. Mt.16, 27; 25,31). El final de
la parábola quiere resaltar el temor a la reprobación, más que la idea de la
separación. El día del juicio se verá la real calidad del cristiano si buscó
verdaderamente su reino o de una piedad que se buscaba sólo a sí mismo. La
pregunta del Señor nos habla no sólo de oír, sino entender, ya que la acción
dependerá de haber comprendido lo proclamado y aceptado en lo interior. El sí de
los apóstoles es fundamental para su tarea en la Iglesia. El que quiere enseñar
debe andar muy bien instruido, conocida la verdad del reino, es la parte didáctica
de esta enseñanza. Nace una nueva categoría de escribas del reino de Dios con una
nueva palabra, la de Jesús, que desde ahora interpretará toda la Escritura. El
verdadero maestro en la comunidad eclesial, como un padre saca para sus hijos de
lo antiguo y de lo nuevo, de su tesoro, lo que necesitan (v.52). Jesús no suprimió el
AT, sino que lo ha perfeccionado con lo nuevo. Lo antiguo es el reino de Dios que
empezó con Israel, ahora, lo nuevo es el mensaje de Jesús; la Iglesia actualiza el
pasado en el presente por medio de la tradición perenne de la comprensión más
profunda y perfecta del evangelio de Jesús.
Teresa de Jesús, pide en el Padre Nuestro: el Pan nuestro de la Palabra y de la
Eucaristía. “Pues visto el buen Jesús la necesidad, buscó un medio admirable
adonde nos mostró el extremo de amor que nos tiene, y en su nombre y en el de
sus hermanos, pidió esta petición: «El pan nuestro de cada día, dánosle hoy,
Señor». Entendamos, hermanas, por amor de Dios, esto que pide nuestro buen
Maestro, que nos va la vida en no pasar de corrida por ello, y tened en muy poco lo
que habéis dado, pues tanto habéis de recibir.” (Camino 33,1).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD