Comentario al evangelio del lunes, 28 de julio de 2014
Queridos amigos:
Distinguir: ahí tenemos una operación importante de la inteligencia humana. Y Jesús sabía distinguir.
Quizá, a primera vista, confundimos un grano de arena y un grano de mostaza. Pueden medir y pesar
prácticamente lo mismo, pero pertenecen a reinos diferentes de la naturaleza: el de los minerales y el
de los vegetales. No sembramos granos de arena; sembramos semillas vivas, por menudas que sean,
porque alojan en sí un potencial inmenso. Y la levadura es un hongo microscópico, pero desde antiguo
conocían las amas de casa y hoy conocen los industriales los efectos que produce en los procesos de
fermentación.
Todos los comienzos en el orden de la vida, y también en el orden de ese otro reino que es el Reino de
Dios, el Reino de la gracia, son pequeños…, pero seminales. A una mirada corta y superficial le
parecerán insignificantes, pero el defecto está en la mirada, no en la vida y sus inicios. Jesús pudo
toparse con personas decepcionadas ante arranque tan menudo del señorío de Dios, que, por añadidura,
venía de manos de un galileo y tenían lugar en la tierra desprestigiada de Galilea. Él podía replicarles:
«Vosotros no veis más allá de un palmo ni conocéis la promesa de las cosas. Vuestra impaciencia os
lleva a ver un huevo y querer oírlo cantar. La esperanza es aguardar a oírlo cantar, es ver una semilla,
conocer el potencial que lleva dentro y adivinar e imaginar el término a que está destinada. Principio
quieren las cosas, principio quieren las cosas de Dios. Donde para vosotros está el desengaño, para
otros está la revelación».
Vuestro amigo
Pablo Largo
Pablo Largo, cmf