Comentario al evangelio del jueves, 31 de julio de 2014
Queridos amigos:
Distinguir y separar son actividades que hacemos todos los días, a semejanza de los pescadores; y
luego ponemos orden. Es, por ejemplo, lo que hace el ama de casa cada día en la despensa.
En separar: en eso consistió, según el capítulo inicial del Génesis, la primera parte de la obra creadora
de Dios. En el caos originario había que separar la luz y las tinieblas, las aguas superiores y las
inferiores, los mares y la tierra. Los días siguientes puso Dios orden y ornamento en las regiones que
había separado: en el cielo, en el mar, en la tierra. Finalmente creó al hombre y le confió el dominio y
cuidado de todo.
Esta historia en que vivimos se nos antoja caótica: verdad y falsedad, bien y mal, valores y
contravalores, andan confundidos, mezclados, enredados. Dejemos a Dios que haga la separación de
peces buenos y malos, de historias ungidas de santidad e historias marcadas con el estigma de la
injusticia, y que lo haga a su debido tiempo, cuando cree los nuevos cielos y la nueva tierra. Es su
competencia exclusiva. Fue Él quien separó al comienzo de la historia; dejemos que sea él quien separe
al final.
Nosotros, entretanto, procuremos no hacinar ni confundir; a la luz del evangelio, separemos las buenas
opciones y las malas, y pidamos amor y energía para llevar a cabo las buenas, en la esperanza de que
Dios nos acoja en su misericordia infinita y que su amor recreador nos haga hombres nuevos en el
Hombre Nuevo, Cristo Jesús.
Vuestro amigo
Pablo Largo
Pablo Largo, cmf