XXIV domingo del tiempo ordinario. Ciclo A
Perdonar, ¿hasta dónde?
La Palabra: “Hasta setenta veces siete” (evangelio).
1. Hay personas que viven torturadas; a ellas, Dios, lejos de liberarlas, les infunde
miedo y agrava su culpabilidad hasta caer en neurosis incurable. También es difícil
perdonar a los demás, cuyas acciones nos llevan a demonizarlos, y nos dejamos
invadir por los sentimientos del salmista: “Les odio con odio implacable”. Por eso la
pregunta de Pedro también es nuestra: ¿cuántas veces tengo que perdonar?
2. Primero, Pedro responde con un interrogante que incluye cierta generosidad:
“¿Hasta siete veces?”. El número siete significa plenitud; pasar de ahí es
extralimitarse. Pero la novedad del Evangelio va más allá: “No te digo siete veces
sino setenta veces siete”. Jesús está diciendo que no hay límites para el perdón.
Sencillamente porque el perdón es manifestación del amor que alcanza, incluso, a
los propios enemigos. Y es aquí donde la cuestión se agudiza. ¿Es posible perdonar
siempre, cuando los agravios no ceden y perdonar solo sirve para seguir sufriendo
atropellos?
3. Sí, es posible en la medida que entremos y nos dejemos transformar por la
actitud misericordiosa de Dios. Según el evangelio, Dios perdona sin fin y sin
límites. La parábola que hoy escuchamos es bien elocuente. Hay un criado que
debe a su amo una exorbitada cantidad de dinero y, gratuitamente, movido a
compasión, el amo perdona la deuda. Pero el criado perdonado no entra en ese
dinamismo de la compasión y es incapaz de perdonar no ya una cantidad mínima
que le adeuda otro, sino de concederle un plazo. Jesús de Nazaret es la humanidad
totalmente permeable a esa misericordia y murió perdonando a sus propios
verdugos. Si somos imagen de Dios, ¿no serán nuestra misma entraña la
misericordia y el perdón? Entonces perdonar no es ante todo un acto de
sensibilidad, sino de fe cristiana.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net