XXIII domingo del tiempo ordinario. Ciclo A.
Podemos perdonar
La Palabra: “A quienes perdonéis los pecados, les son perdonados” (evangelio).
1. ¿De qué debemos ser perdonados? Normalmente pensamos que el pecado es
solo una ofensa contra Dios, pero es, en primer lugar, una deshumanización contra
nosotros mismos. Un ejemplo sencillo es cuando queremos, a toda costa,
posesionarnos de una persona, como si fuésemos dueño absoluto de ella. Estamos
pecando, primero porque vamos contra nuestra propia verdad, somos criaturas y
no un dios absolutamente poderoso para disponer del otro a mi antojo. Atentamos
también contra la dignidad de la otra persona, pues la reducimos a una cosa
manipulable. El evangelio nos dice que tenemos el poder de perdonar, pero ¿cómo
es eso?
2. El perdón es el efecto del amor. Podemos amarnos y perdonarnos a nosotros
mismos sencillamente porque Alguien nos está amando continuamente, no solo
cuando somos buenos, también cuando somos malos. Ese “Alguien”, según la fe
cristiana, es “Dios-con nosotros”, tal como se ha manifestado en Jesucristo que
pasó por el mundo sanando y perdonando, incluso, a quienes lo crucificaron.
Debemos practicar este perdón con nuestras mismas incoherencias; siempre
tenemos la posibilidad de comenzar de nuevo. Cuando Jesús se encuentra con la
mujer adúltera, no la condena, le dice: “no te tortures culpándote, sigue adelante y
no peques más”. Debemos perdonar a los otros, sencillamente porque Dios los está
amando y perdonando. Si nosotros nos sentimos amados y perdonados
gratuitamente, podremos tener sentimientos de misericordia y practicar el perdón.
3. Según el evangelio de hoy, el perdón, como el amor, tiene lugar en un proceso.
Necesitamos tiempo para interiorizar en nosotros mismos la buena noticia de que
somos amados y perdonados por Dios. Ante nuestras incoherencias personales
repetidas, nos cuesta mucho perdonarnos a nosotros mismos y caemos en la
decepción porque olvidamos que Dios nos sigue amando y perdonando; por eso nos
cuesta perdonar a los demás. Es muy significativo el siguiente relato evangélico:
“Jesús cura a un paralítico y al ver su confianza, le dice: ‘tus pecados quedan
perdonados’”. El evangelista comenta: “la gente glorificó a Dios que había dado tal
poder a los hombres”.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net