XIV domingo del tiempo ordinario. Ciclo A
Revelación y fe cristiana
La Palabra: “En aquel tiempo Jesús exclam￳: te doy gracias, Padre, Se￱or del cielo
y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes y se la has
revelado a la gente sencilla” (evangelio).
1. Dios es Alguien que nos origina y continuamente nos sostiene. Alguien que está
viniendo a nosotros y desde dentro de nosotros mismos nos habla “como amigo”,
según expresión del Concilio Vaticano II. En este sentido bien podemos afirmar que
Dios se revela como amor a todos los seres humanos: “estoy a la puerta y llamo”.
Pero la manifestación de Dios no es posible, si nosotros no abrimos la puerta. A esa
apertura libre llamamos fe: “si alguno me ama, entraré en su casa y cenaré con él”.
2. Los cristianos confesamos que en la conducta histórica de Jesucristo –vida,
muerte y resurrección– ha tenido lugar la máxima revelación de Dios en la historia
de la humanidad; es Enmanuel, “Dios con nosotros”. Y es también la humanidad
que se abre incondicionalmente a esa llamada de Dios. Jesús de Nazaret es el
Primogénito de los creyentes, que se fió totalmente del Padre. Por eso, incluso
cuando ya sufre amenazas de muerte, da gracias porque, ocurra lo que ocurra, el
“Abba” no le abandonará.
3. No es que no quiera; es que Dios no puede revelarse a los soberbios. Este
calificativo se refiere a los seres humanos que pretenden ser centro absoluto
olvidando su condición de criaturas. Es entonces cuando aparentan ser más que los
otros y quieren imponerse a los demás por la fuerza. Dios no les puede hablar
“como amigo” porque no tienen oídos para escuchar y su coraz￳n es de piedra
incapaz de amar a nadie ni a nada que no sea su propia seguridad.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net