XVII domingo del tiempo ordinario. Ciclo A.
Recuperar la utopía
La Palabra: “El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido; el que lo halla
con gran alegría vende todo lo que tiene para hacerse con el campo donde está el
tesoro” (evangelio).
1. En esta parábola Jesús de Nazaret expresa lo que él mismo vivió. Apasionado por
llevar a cabo el proyecto de Dios –que todos tengan vida–, desgranó su existencia y
aceptó la cruz con dolor pero con el gozo profundo de que la causa merecía la pena.
A ese apasionamiento llamo mística. Una sociedad donde todos podamos gozar de
la dignidad que nos corresponde como personas; eso que Jesús quiso decir con el
símbolo “reino de Dios”. Ahí, en ese proyecto que es “la voluntad del Padre”, lo que
Dios quiere para la humanidad, Jesús encontró su alimento, lo que le agradó y le
sostuvo hasta entregar la propia vida.
2. Según la parábola, reino de Dios o nueva sociedad es un tesoro tan valioso que
tiene dos efectos. Primero, causa gran alegría; por fin descubrimos el objetivo que
puede dar sentido a toda nuestra existencia. Segundo, el empeño por construir ese
futuro hace que “con gran alegría” nos dispongamos a todo sacrificio, poniendo en
juego todo lo que somos y tenemos. Es la utopía que una y otra vez asoma en los
proyectos sociopolíticos a lo largo de la historia. Es la utopía que respiró desde sus
orígenes el pueblo cubano y que hoy no es fácil mantener. El chato realismo
económico, más preocupado por la ganancia que por la vida y dignidad de las
personas, acaba con el horizonte utópico.
3. La Iglesia solo tiene sentido en función y al servicio del reino de Dios, es decir, al
servicio de una sociedad fraterna, donde todos nos consideremos y tratemos de
vivir como miembros de la única familia. Como los cristianos somos parte de la
sociedad y nada humano nos es ajeno, ese mismo realismo chato también nos
puede contaminar, y al no ver salida fácil a la situación social en que vivimos,
perdemos el horizonte de la utopía evangélica, bajamos la guardia, tiramos las
armas de la fe, y somos incapaces de ayudar a una sociedad sin esperanza.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net