XVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Miércoles
Lecturas bíblicas
a.- Jr. 31, 1-7: Con amor eterno te amé.
b.- Mt. 15-21-28: La mujer cananea. Mujer, que grande es tu fe.
Este evangelio nos menciona una de las incursiones de Jesús a territorio de Tiro y
Sidón, tierra de gentiles. La mujer cananea sale al encuentro de Jesús, con lo que
el evangelista más que hablar de su nacionalidad menciona su religión (cfr. Mc. 7,
26). La mujer aporta una invocación importante, porque conoce lo que permanece
oculto a los hijos de Israel en un acto de fe y humildad, lo proclama: “¡Ten piedad
de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.” (v.28). La
confesión de fe, es admirable y propia de Mateo. Jesús se muestra indiferente ante
su suplica, es más, poco amable. Los apóstoles se molestan y ruegan al Maestro
que la despida. La mujer siguió al grupo, lo que haga Jesús será importante para la
mujer, el grupo, la futura Iglesia. La respuesta de Jesús va dirigida primeramente a
los apóstoles: Su misión está dirigida al pueblo de Israel, mejor, “a las ovejas
perdidas de la casa de Israel” (v. 24). La respuesta va dirigida a los apóstoles,
aunque la mujer la siente como suya. Sus palabras quieren confirmar lo que
pensaban los discípulos, es decir, que Jesús no la puede ayudar, y que debe volver
a su casa, sin conseguir su propósito. Las palabras de Jesús llevará a los apóstoles
a comprender mejor todavía a su Maestro. Dios lo ha enviado, le ha señalado el
campo de actividad, es decir, limitada a Israel, de la cual las naciones deberán
participar. Como rebaño sin pastor, Israel se ha dispersado por todas partes, sólo
habrá rebaño si reunido, tiene pastor. Los que hacen de jefes, son ciegos, guías de
ciegos (cfr. Mt.15, 14; 9,3). Ya lo había anunciado Ezequiel, que Yahvé destituiría a
los falsos pastores, y el mismo ejercería de buen Pastor (cfr Ez. 34). Ahora se
cumple la palabra de Yahvé, el Mesías reunirá a su pueblo, para que no muera de
hambre ni de sed; sólo así los pueblos vendrán a adorar al único Dios verdadero. El
pan, le señala Jesús a la mujer, es para los hijos y no está bien dárselo a los
perrillos, el pan es para el rebaño de Israel, no para los extranjeros. No se dice que
no tenga efectos para el futuro, pero la mujer toma con osadía las palabras del
Maestro. Pero los perrillos también recogen de lo que cae de la mesa de los hijos;
invierte la frase con humildad y cierto humor la frase en su favor. Pero Jesús la
socorre, si bien es una extranjera consciente que nada puede recibir de un judío,
escucha las palabras que el Maestro le dirige, alaba su fe y su hija queda curada (v.
28). Las palabras de la mujer, despertaron el poder de curación del Corazón de
Jesús, que sintió la fe de la mujer y la ayudó. Esa es la actitud que conmueve a
Dios creer, tener fe de esa manera tenaz, saber que hay Uno que puede ayudar.
Su fe la convierte en esperanza para los pueblos paganos, es el nuevo Israel, cuyo
fundamento es la fe, lo mismo sucedió con el centurión (cfr. Mt. 8, 10.13), así
como Yahvé puede sacar hijos de Abraham de las piedras, así se formará el nuevo
pueblo de Dios. Encontramos los primeros atisbos de lo que será la evangelización
de los gentiles; Jesús parte el pan para su pueblo Israel. Dios perfeccionará el
progreso de la salvación hasta hoy pues todos los pueblos deben recibir la
salvación incólume y prodigiosamente. La Iglesia cumple con anunciar, como Jesús
ese Evangelio de la gracia y caridad.
La Santa Madre Teresa de Jesús tiene siempre, como hija de Dios, la palabra de la
Iglesia en cuestiones de fe, como criterio definitivo. “Tengo por muy cierto que el
demonio no engañará, ni lo permitirá Dios, a alma que de ninguna cosa se fía de sí
y está fortalecida en la fe, que entienda ella de sí que por un punto de ella morirá
mil muertes. Y con este amor a la fe, que infunde luego Dios, que es una fe viva,
fuerte, siempre procura ir conforme a lo que tiene la Iglesia,” (Camino de
Perfección 25,12).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD