Apertura
Los movimientos religiosos, las clases políticas y sociales, las organizaciones populares
en la medida en que van formalizando sus sistemas internos, van cerrando sus puertas,
construyen muros y dictaminan leyes excluyentes que definen su identidad. Es claro que
los demás quedamos por fuera. Habrá nombres, marcas, signos para identificar
pertenencia o, caso contrario, para catalogar el universo postergado, rechazado.
Isaías es un profeta universalista. Tiene visión planetaria. El universo es pequeño para
su corazón. Ve a todos los pueblos caminar al encuentro del Señor. No establece
diferencias, simplemente las acepta como riqueza en el campo de la fe. La salvación es
de todos y para todos. Frente a este ritmo de apertura hay cerrazón de mentes que
quieren impedir el acceso de la vida y la felicidad a otras culturas y naciones.
El gran peligro de la incipiente comunidad cristiana fue el de convertirse en una secta o
rama dependiente del judaísmo. Pablo, judío hasta la medula, no tiene reparos en
romper con la así llamada Ley y emprender el camino a la universalidad. Le duelen sus
hermanos judíos, pero abre su corazón, corazón ya cristiano, al mundo universo de
culturas, pueblos, razas y naciones. Simplemente Cristo no es propiedad de nadie.
Jesús rompe las fronteras patrias y va más allá. Su encuentro con la mujer siro-fenicia
constituye una de las páginas más vibrantes, apasionantes en el camino de la fe. La
mujer se ve tirada al piso en un nocaut displicente de parte de Jesús: “No es bueno dar el
pan a los perros y negarlo a los hijos”. La Mujer lo devuelve centuplicado en argumento
y en fe: “También los cachorros comemos las harinas que caen de la mesa”. ¡Insólito!
Jesús se deja conmover y convencer ante la rapidez mental y espiritual de esta mujer.
Cochabamba 17.08.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com