XIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
Al contemplar la Gloria del Señor, caí rostro en tierra
I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecia de Ezequíel 1,2-5.24–2,1a:
El año quinto de la deportación del rey Joaquín, el día cinco del mes cuarto, vino
la palabra del Señor a Ezequíel, hijo de Buzi, sacerdote, en tierra de los caldeos,
a orillas del río Quebar.
Entonces se apoyó sobre mí la mano del Señor, y vi que venia del norte un
viento huracanado, una gran nube y un zigzagueo de relámpagos. Nube
nimbada de resplandor, y, entre el relampagueo, como el brillo del electro. En
medio de éstos aparecia la figura de cuatro seres vivientes; tenían forma
humana. Y oí el rumor de sus alas, como estruendo de aguas caudalosas, como
la voz del Todopoderoso, cuando caminaban; griterío de multitudes, como
estruendo de tropas; cuando se detenían, abatían las alas. También se oyó un
estruendo sobre la plataforma que estaba encima de sus cabezas; cuando se
detenían, abatían las alas. Y por encima de la plataforma, que estaba sobre sus
cabezas, había una especie de zafiro en forma de trono; sobre esta especie de
trono sobresalía una figura que parecia un hombre. Y vi un brillo como de electro
(algo así como fuego lo enmarcaba) de lo que parecía su cintura para arriba, y
de lo que parecía su cintura para abajo vi algo así como fuego. Estaba nimbado
de resplandor. El resplandor que lo nimbaba era como el arco que aparece en las
nubes cuando llueve. Era la apariencia visible de la gloria del Señor. Al
contemplarla, caí rostro en tierra.
Sal 148,1-2.11-12.13.14 R/. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos. R/.
Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños. R/.
Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R/.
Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 17,22-27:
En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo
Jesús: «Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo
matarán, pero resucitará al tercer día.» Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas
se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro no paga las dos
dracmas?»
Contestó: «Sí.»
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón?
Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los
extraños?»
Contestó: «A los extraños.»
Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no
escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele
la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.»
II. Compartimos la Palabra
Al contemplar la Gloria del Señor, caí rostro en tierra
Ezequiel es un sacerdote y por ello no es de extrañar que el templo sea su
obsesión; de ahí su rechazo visceral a los cultos impuros que en él se han
oficiado. También es un hombre de acción y su fecunda imaginación le ayuda a
multiplicar sus gestos simbólicos a lo largo de su libro; además, es obvio que
despliega ante nosotros poderosas y prolijas visiones que, en forma fantástica,
nos hablan de un posible esplendor del Templo. La primera visión de Ezequiel
nos la sirve, en parte, nuestro texto; es el carro de Yahvé con el que, amén de
detalles de no fácil comprensión para nosotros, destaca el hecho que Dios no se
encadena al Templo, por acendrada que sea tal tradición en los fieles de Israel;
y se mueve al dictado de la ubicación de sus hijos, hasta el punto que Dios se
libera ahora del templo y está en cualquier lugar que estén sus hijos, incluso en
el destierro. Y si el carro es el vehículo de la gloria de Dios, ésta que se describe
en la tradición bíblica como una nube luminosa, aquí Ezequiel le añade a la nube
una silueta humana, brillante y esplendorosa. Se va perfilando el rótulo de Hijo
del hombre que, con el tiempo, llegará a ser un título mesiánico que recogerá
Jesús. Lo importante es que Dios asume la condición migrante de sus hijos, y
más si es en modos deshumanizados, y desplegará su luz y su fuerza allá donde
sus hijos más lo necesiten. Y el exilio babilónico era demasiado humillante para
el pueblo escogido.
El Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres
El texto de Mateo ubica a Jesús, de nuevo, en Galilea; en esta geografía del
primer amor del Maestro con sus discípulos suena con timbre fuerte el nuevo
anuncio que Jesús hace de su futura pasión. No nos extraña que el grupo de los
apóstoles quede consternado, triste, pues es muy fuerte lo que acaban de
escuchar. Pero no por eso el Maestro deja de compartir su mensaje
esperanzador: la vida vence a la muerte porque el Señor nos tiene en su mano
aquí y allí. Cierto es que de la tristeza y el desánimo no surgen seguimientos
entusiastas del evangelio, pero una vez más Jesús provoca la confianza de los
suyos cuando les indica que la vida vence a la muerte, porque Él es el que vive.
En Cafarnaún, abordan a Jesús y a sus cercanos los cobradores del impuesto del
templo; éste era anual y obligatorio para todo israelita mayor de veinte años,
aunque no faltan noticias que nos hablan de la exención de esta tasa que se
procuraban algunos rabinos. En la respuesta de Pedro subyace la idea de Jesús
de Nazaret que respeta los usos vigentes de las instituciones israelitas, pues
subviene a la demanda que se les plantea. Por elevación, se puede decir que la
comunidad cristiana debe fomentar en todo momento la conciencia de su
libertad, pero sin perder el respeto por los usos socioculturales del entorno.
Porque es, la besana vital de cada uno y de cada comunidad, donde debemos
aprender a crecer y a convertirnos en trigo, no en cizaña.
De Asís, Clara, impulsora del carisma franciscano que plasmó en la segunda
Orden, o de monjas clarisas; admirable su capacidad de desprendimiento y
sendillez.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)
Con permiso de dominicos.org