XX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Miércoles
Lecturas bíblicas
a.- Ez. 34,1-11: Libraré a mis ovejas de sus fauces, para que no sean su
manjar.
b.- Mt. 20, 1-16: Parábola de los obreros de la viña.
Este evangelio, nos habla del trabajo de los viñadores que están en la plaza para
ser contratados. La jornada de trabajo era de la salida del sol hasta el atardecer y
se pagaba un denario por día. La parábola nos presenta las diversas horas en que
son contratados varios grupos de obreros, a las primeras horas, a las nueve, a las
tres de la tarde, a las cinco, es decir, en seis oportunidades contrató gente (vv. 1.
3. 5. 6) para ir a trabajar a su viñedo. Este detalle se hace importante, a la hora de
señalar las llamadas que hace Dios a lo largo de la vida. El dueño de la viña, manda
al administrador pagar al atardecer, en orden contrario a la hora de la llegada, lo
convenido: un denario. La ley mandaba pagar el sueldo el mismo día en que se
había realizado el trabajo (cfr. Lv. 19, 13; Deut. 24,15). Las protestas de los
primeros obreros es motivada por la envidia, ellos han trabajado más es verdad,
pero el dueño no es injusto porque les paga lo que habían convenido. Se lo atribuye
a “su ojo malo” (v.16), es decir, la animosidad contra sus compañeros de la última
hora. Esta parábola, sólo pretende destacar las llamadas que realizo el dueño de la
viña, y la diversidad de los trabajos que ahí se realizaron. No se mete con el tema
de la justicia como lo veríamos hoy. Lo medular de la parábola la encontramos en la
respuesta del dueño de la viña: “¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero?
¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?” (v. 15). Lo mismo hace Dios en su
inmensa libertad, con la que obra en medio del mundo y con las personas.
Incomprensible para los hombres, según los criterios humanos, pero lógica, desde
su voluntad divina. ¿Quién le puede pedir cuentas a Dios? Nadie, el hombre es su
hijo y también su siervo. El premio, pago o recompensa, siempre en Dios será pura
gracia, don de su benevolencia, en todo caso como cristianos podemos esperar la
vida eterna, porque antes nos dio la gracia de la filiación divina. Felices los
llamados a trabajar en la viña del Señor, porque sin merecerlo se hacen parte del
premio de los hijos de Dios. Trabajar en su viña ha de ser motivo de gozo
espiritual. Los primeros son el pueblo escogido, los judíos, llenos de privilegios
particulares y con derecho, creían ellos, de pasar la cuenta, en cambio, el nuevo
pueblo hecho de judíos y gentiles, trabaja en la Viña del Señor Jesús, , que es la
Iglesia, y contento espera el premio prometido: la unión con Dios en la vida sin
ocaso.
Teresa de Jesús no invita a darnos del todo al Todo como se da ÉL. “Tengo para mí
que hay muchos con quien Dios nuestro Señor hace esta prueba, y pocos los que se
disponen para gozar de esta merced; que cuando el Señor la hace y no queda por
nosotros, tengo por cierto que nunca cesa de dar hasta llegar a muy alto grado.
Cuando no nos damos a Su Majestad con la determinación que El se da a nosotros,
harto hace de dejarnos en oración mental y visitarnos de cuando en cuando, como
a criados que están en su viña; mas estotros son hijos regalados, ni los querría
quitar de cabe sí, ni los quita, porque ya ellos no se quieren quitar; siéntalos a su
mesa, dales de lo que come hasta quitar el bocado de la boca para dársele.” (CV
16,5).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD