XX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Julio César Villalobos, C.M.
Dios se interesa por ti y por todos
¿Sabes Jesús? Muchas veces no nos ha interesado el saber que Tú estás presente
en medio de todos y cada uno de nosotros. Hemos, incluso Jesús, dudado de que tú
puedes cambiar nuestra vida, o salvarla o encaminarla. Cuántas veces has pasado
por nosotros y no nos hemos dado cuenta de ello, perdónanos Jesús. Tú nos dices
en tu palabra “pidan y se les dará” (Mt.7,7) y no te creemos, y no confiamos; tú
nos dices “conviértete y cree en el evangelio” (Mc.1,15) y estamos todavía cerrados
a un cambio radical y permanente de nuestras vidas…
Querido hermano y hermana, al leer estas lecturas me pregunto: ¿cuál es nuestro
grito delante de la presencia de Dios?, ¿una vez más dejaremos que Jesús pase sin
que le hablemos?, ¿por qué pensar que Dios no nos escucha?, ¿por qué pensar que
Dios no cumple lo que promete?
¿Sabes? Dios nos quiere: “A los extranjeros que se han unido al Se￱or…los traeré a
mi monte santo, los alegraré en mi casa de oraci￳n” (Is.56,1. 6-7). Qué maravilloso
saber que Dios cuida de todos sin excepción. Pero porque está de nuestro lado y
nos ama, nos pide observar el derecho, practicar la justicia. Una es la raz￳n: “mi
salvaci￳n está para llegar”. Cuánto amor, cuánto interés de Dios hacia nosotros.
Sabe Dios que muchas veces caemos en pecado, nos conoce (cf.Salmo 139), pero
nos da la oportunidad de experimentar su misericordia: “Dios ha permitido que
todos cayéramos en rebeldía, para manifestarnos a todos su misericordia”
(Rom.11,13-15.29-32). Ya sabemos: podemos encontrar en Dios mismo la
misericordia que necesita nuestra vida, para caminar en Gracia y animar a otros a
hacerlo.
Aquella mujer cananea del evangelio de hoy (Mt.15,21-28) no dudó en abrir su
corazón a Jesús. ¿Qué sucede cuando le creemos a Dios?, ¿qué puedo hacer o que
podemos hacer para aferrarnos más a Jesús? La mujer cananea simplemente gritó:
“Ten compasi￳n de mí, Se￱or, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio malo”. Ella
gritó y fue escuchada. ¿Qué haces tú, qué hago yo, qué hacemos todos para ser
escuchados? Abrir el corazón al paso de Dios por nuestra vida es una tarea que
dura siempre.
Hay mucha incredulidad, mucho desgano, mucho miedo, mucha desesperanza,
mucho cuestionamiento, mucha impaciencia….incluso hay gente que se atreve a
“retar a Dios”.
¿Valoramos su amor?, ¿la fe que nos da?, ¿seremos capaces de poner nuestra vida
enteramente a sus pies para que la transforme?
Y Jesús felicit￳ la fe de aquella mujer cananea: “Mujer, qué grande es tu fe; que se
cumpla lo que deseas”.
¿Estará contento Jesús conmigo, contigo y con todos?, ¿puede felicitar nuestra fe?
¿Sabes? Dios se interesa por ti y por todos.
Con permiso de somos.vicencianos.org