XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
Domingo
Lecturas bíblicas
a.- Jr. 20,7-9: La palabra del Señor se volvió oprobio para mí.
La misión de Jeremías fue muy difícil, por el ambiente hostil en que vivió, donde la
palabra de Yahvé no era bien recibida en ninguna parte. Este pasaje, es un
desahogo, una confesión del profeta frente a Dios. Es toda una queja por la tarea
que le fue encomendada, es más, cree haber sido engañado, seducido, habiéndose
dejado seducir (v.7). Juventud, inexperiencia, misión ingrata y lo difícil de
interpretar el querer divino para su pueblo, frente a un grupo de adversarios. Si se
le hubiera pedido la opinión, no hubiera aceptado esta misión. Pero Yahvé, era más
fuerte y venció sobre él (v.7). Todas sus profecías, al no cumplirse y retrasarse su
cumplimiento, parecen más bien fruto de su imaginación, de ahí que se burlen de
él. ¿Qué es lo que ha anunciado? Ruina y devastación para el pueblo y por ello
aparece como un traidor de los intereses comunes, de ahí que la palabra de Dios
sea un oprobio, mejor dicho, una vergüenza para él (v. 8). A tal grado ha llegado
este oprobio, que ha querido olvidar su misión, no acordarse de ÉL, ni menos
hablar de ÉL, sin embargo, nuevamente ha sido vencido. Callar es mayor tormento,
porque parece que un fuego lo quema por dentro, lo que vivirlo se le hace
insoportable (v. 9). Toda esta confesión nos hace pensar que las profecías, no son
fruto de la reflexión personal, sino auténtica palabra de Dios, porque se oponen
muchas veces a los sentimientos personales. El profeta es verdadero instrumento
en las manos de Dios del que se puede escapar.
b.- Rm. 12,1-2: Ofreceos vosotros mismos como sacrificio vivo.
Este breve pasaje, es el inicio de los consejos que da el apóstol a los cristianos de
Roma, la fe de la venido hablando, debe ser vivida en lo cotidiano en clave de
virtudes cristianas, sólidas como respuesta (cfr. Sant. 2,14-17). La mención de la
misericordia divina, es toda una invitación al reconocimiento, a la obra que el
Evangelio está haciendo en la vida de cada cristiano si es guardado de verdad. En
este pasaje hay todo un programa de vida espiritual: el culto que damos a Dios, no
debe ser al modo de los judíos o paganos, ofrecer animales y cosas, sino que la
propia persona toda debe ser una ofrenda espiritual a Dios, “sacrifico vivo, santo,
agradable a Dios” (v. 1). No viviendo según los criterios del mundo, sino que por la
renovaci￳n de la mente, “de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de
Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (v. 2). Se trata, en la mente del ap￳stol,
de hacer de la vida una liturgia de alabanza. Ofrecer la propia vida, viene a
significar, toda una tarea de despojarse del hombre viejo para revestirse del nuevo
que es Cristo Jesús por medio de su Espíritu (cfr.1 Cor. 6,13; Rm. 6,2-13; 8,1-8).
Sólo así el cristiano se convierte en hostia viva, agradable a Dios con lo que su
culto se convierte en mucho en un homenaje más perfecto que el propuesto por la
ley mosaica, porque consiste en obras buenas y santas nacidas de la fe (cfr. Lv. 22,
19-24; Mal. 1,8). Toda esta realidad, el apóstol la denomina, culto razonable
querido por Dios (cfr. Is. 1,11-17; Os. 6,6; Miq. 6,6-8; Jr.7, 21). Una vida
verdaderamente religiosa, consistirá en creer en Dios, y hacer del propio corazón,
un altar donde se ofrezcan sacrificios queridos por Dios, en razón de ajustar la
propia vida a las exigencias del Evangelio.
c.- Mt. 16,21-27: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo.
En el evangelio encontramos el primer anuncio de la pasión, muerte y resurrección
de Cristo (vv.21-23), y las condiciones para seguir a Jesús (vv.24-27). En la
declaración de Jesús hay una clara manifestación de un mesianismo, no como el
que esperaban los judíos (cfr. Hch. 1,6), sino profético, doloroso, una identificación
con el Siervo de Yahvé (cfr. Is. 42,1-9; 49,1-8; 50,4-9; 52,13-15; 53,1-12). Ahí en
Jerusalén, deberá sufrir mucho a manos de “los ancianos, sacerdotes, y los
escribas” (vv. 21; cfr. Lc. 13,33), será entregado a la muerte, pero, al tercer día
resucitará. La reacci￳n de Pedro: “¡Lejos de ti Se￱or, Se￱or! ¡De ningún modo te
sucederá eso” (v. 22). Su postura hace pensar que su idea del Mesías, no
corresponde a lo que el Padre tiene dispuesto para su Hijo. Las palabras de Cristo
dirigidas a Pedro son muy fuertes: que no sea otro Satanás, es decir, enemigo de
su proyecto de salvación (v. 23). Pedro no quiere que su Maestro sufra, el dolor no
estaba dentro de lo que se pensaba del Mesías. Con ello el apóstol manifiesta toda
su debilidad al presentarle a Jesús las mismas tentaciones mesiánicas que Satanás
le había propuesto en el desierto (cfr. Mt. 4, 1-11). Hay que resaltar que Jesús no
le revoca la misión que le había confiado, con lo que se quiere enseñar que la
Iglesia desde su roca está constituida por hombres y mujeres frágiles, pero
permanecerá firme e incólume por la presencia de Cristo crucificado y resucitado,
por medio de su Espíritu en ella. En su segundo momento, Jesús anuncia no sólo lo
que ÉL vivirá dentro de poco, sino que invita a imitarle, a negarse a sí mismo,
tomar la cruz y seguirle para morir y resucitar con ÉL cada día. Con lo que se quiere
decir, que los discípulos deberán caminar sobre las mismas huellas del Mesías,
compartir sus mismas humillaciones, sufrimientos, fracasos, pero también
compartir su misma cruz y resurrección, victoria de la vida sobre la muerte. Se
trata de vivir y renunciar a vivir de cara a uno mismo, y disponerse a ir a la muerte
con ÉL, entregar la vida por el prójimo desde las exigencias del Evangelio. Ganar la
vida nueva, se consigue perdiendo según el pensamiento de este mundo. Este es el
mejor y único, negocio que debemos tener en cuenta, ya que quien gana el mundo
para sí mismo, pero pierde la vida, es en realidad un fracasado. Doctrina que Jesús
presenta como Hijo del Hombre, que vendrá como Juez escatológico en la gloria de
su Padre, con sus ángeles, para premiar la conducta de cada uno.
Teresa de Jesús, da una definición de humildad que hay que considerar siempre a
la hora de querer trabajar esta virtud en la vida cristiana: “Una vez estaba yo
considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la
humildad, y púsoseme delante, a mi parecer, sin considerarlo sino de presto, esto:
que es porque Dios es suma Verdad y la humildad es andar en verdad; que lo es
muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien
esto no entienda, anda en mentira. A quien más lo entienda agrada más a la suma
Verdad, porque, anda en ella. ¡Plega a Dios, hermanas, nos haga merced de no
salir jamás de este propio conocimiento, amén!” (6 Moradas 10,7).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD