XXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
Lecturas bíblicas
a.- 1Cor. 2,1-5: Os he anunciado el testimonio de Cristo crucificado.
b.- Lc. 4, 16-30: Jesús en Nazaret.
El evangelista nos presenta la visita de Jesús a la sinagoga de Nazaret, su pueblo.
Allí fue concebido, criado, llegó a ser hombre, trabajó, comenzó su tarea de Mesías,
siguiendo la voluntad del Espíritu Santo. Allí comenzó todo, a pesar de la oposición
de los que le conocieron desde pequeño, los escandalizó con su mensaje y trataron
de matarle. Nacido bajo la ley (Gál.4,4), acudió a la sinagoga, su tiempo es espacio
creado para el cumplimiento de las profecías. Su mensaje evangélico quiere llevar a
la plenitud lo comenzado en la historia de salvación. Jesús se puso en pie (v.16),
lee un pasaje del profeta Isaías, guiado por el Espíritu, con el que estaba ungido y
en cuya virtud obraba. María lo oyó en la anunciación, Simeón se inspiró en él, el
Bautista lo reconocerá en su misión, con lo que valida su propia predicación. Isaías
esperaba los tiempos del Mesías (vv. 18-21; cfr. Is. 61,1-2). “El Espíritu está sobre
mí”, en tiempos de Jesús se consideraba, todo un anuncio de la llegada del profeta
escatológico, y ÉL se lo aplica, inaugurando ese momento. Este comienzo tiene sus
características: predicar la buena nueva a los pobres, la clase más olvidada de los
poderosos y la que más refleja su necesidad de Dios y en todos aquellos que se
abren a la acción de la salvación. Anunciar la libertad a los cautivos, alusión
profética a los exiliados. Esta libertad en la mente del evangelista encierra lo físico,
lo moral y lo espiritual; sanar la ceguera, significa, también ver el camino de Dios,
tener acceso a la salvación; el profeta escatológico es la luz del mundo (cfr. Is. 42,
6-7). Proclamar la libertad a los oprimidos. Todo lo que no hicieron los
antepasados, en particular los reyes de Israel, lo hará el Profeta con una justicia
para con los más pobres. Proclama un año de gracia del Señor o jubilar, que más
que coincidir con fechas determinadas dadas por el calendario judío, es un tiempo
especial de salvación que inaugura en ese momento. El portador de la salvación
actúa de palabra y de obra, es Salvador y portador de victoria (cfr. Lev. 25,10).
Terminada la lectura, todos en la asamblea lo miran dirigiendo a ÉL sus
interrogantes, un joven que ha vuelto después de un tiempo de estar fuera de
Nazaret (vv. 21-22). “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura escuchado
por vosotros” (v.21). Sigue la instrucción. Lo que tanto habían anunciado y
esperado los profetas está ahora presente por medio de la persona y palabra de
Jesús: se ha iniciado el año de gracia tan deseado por el pueblo (cfr. Lev. 19, 5. 9;
23, 43; 2Cor. 3, 14; Heb. 4,7). Escucharle, significa dar una respuesta, sabiendo
que la salvación viene del profeta escatológico ahora presente en medio de su
pueblo. La palabra y autoridad de Jesús provocó la admiración de sus paisanos,
reconocen que Dios estaba detrás de sus palabras (cfr. Dt. 8,3). De la admiración,
sin embargo, se pasa al rechazo, porque no era posible que de una familia pobre,
un hijo del pueblo, diera un año jubilar, trajera la liberación a Israel; demasiado
mensaje y muy poco profeta. Jesús, adivina su incredulidad, e indignación, se
aplica varios proverbios, supone que no aceptan que haya hechos grandes milagros
en Cafarnaún y no en Nazaret, en fin, ningún profeta es bien recibido en su tierra
(v. 24). Hace un recuerdo provocativo de los tiempos de Elías y Eliseo que fueron a
sanar a paganos, como la viuda de Sarepta y el leproso Naamán, el sirio
(cfr.1Re.17-18; 2Re. 5, 1-14). Con estas palabras, la ira llegó a su punto máximo
contra Jesús, ya que comparó a los nazarenos con paganos; lo sacaron de la
sinagoga para lanzarlo desde un precipicio, pero El pasando en medio de ellos se
alejó. El cristianismo es fe en el hoy de Dios, no es mirar el pasado, sino fe en la
palabra de Dios. El creyente ha de vivir con alegría el hoy eterno de Dios que desde
su palabra nos hace nacer cada día en el Espíritu de Cristo resucitado.
Teresa de Jesús, mujer de la Iglesia del Concilio de Trento, sufrió la ruptura
protestante y por eso uno de los fines de la Reforma de la Orden Carmelitana, fue
orar por la Iglesia y los sacerdotes que defendían con la santidad de vida, la
predicación y sus escritos la verdad de la fe católica. “Todas ocupadas en oración
por los…predicadores y letrados que defienden la Iglesia” (CV 1,2).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD