“EL FLAGELO DE LA CALUMNIA”
Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el XXIII domingo durante el año
( 7 de setiembre de 2014)
Creo que es justo afirmar, que se va dando un fortalecimiento de la comunión de bienes y de la
solidaridad en nuestras comunidades. Fruto de esta práctica viven muchas actividades que
desarrollamos en la acción evangelizadora de la Iglesia y en la promoción humana. También lo
podemos apreciar a esto en la misma sociedad civil, donde por diferentes fragilidades sociales,
dichas formas solidarias entre familiares y amigos permiten que muchos puedan sobrevivir.
El texto del Evangelio de este domingo (Mt.18, 15-20), hace referencia a otra forma de
solidaridad enraizada en el amor, que es la “correcci￳n fraterna”: “Si tu hermano peca, ve y
corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano” (Mt.18, 15).
Lamentablemente nos ejercitamos poco en la corrección fraterna. Corregir con caridad a un
hermano, amigo o a alguien que anda por mal camino, es siempre fruto del amor y poner en
práctica esta enseñanza del Evangelio puede tener inmediatas consecuencias sociales. Desde ya
que solamente una corrección puede ser eficaz si está hecha con humildad y no con soberbia.
Por el contrario la práctica habitual es “hablar mal de los demás”; con mucha facilidad
“sacamos el cuero”, sin reparar el da￱o que podemos estar haciendo a la persona y el mal
ambiente que generamos con este tipo de comentarios. “Sacar el cuero”, sin haber corregido
fraternalmente a solas a alguien, habitualmente nos lleva a cometer un pecado que se denomina
“difamaci￳n”. Empeoramos la cosa, cuando “sacamos el cuero” y estamos mintiendo o
suponiendo algo de un tercero y éste es inocente. En este caso el pecado se llama “calumnia”.
En el primer caso, “la difamaci￳n”, es quitar la fama a alguien sin haberlo ayudado a cambiar.
En el segundo, “la calumnia”, es un pecado más grave aún, porque quita la fama al otro
injustamente, sin que el otro tenga culpa alguna.
En muchas oportunidades hemos reflexionado sobre la necesidad de insertar el Evangelio en la
vida cotidiana. Para vivir la santidad no es necesario hacer cosas extraordinarias y llamativas.
He aquí un ejemplo concreto que nos propone el Evangelio de este domingo, sobre el ejercicio
de la corrección fraterna y de no difamar o calumniar a los demás. Debemos señalar con dolor
que este pedido del Se￱or sobre la “correcci￳n fraterna” es una práctica casi inexistente en
nuestras comunidades cristianas y en la sociedad civil donde abunda el pecado de difamación y
de calumnia y es poco frecuente escuchar hablar de los méritos y dones del prójimo.
Considero indispensable que en nuestro tiempo donde hay tantos malos ejemplos, seamos
capaces de resaltar que hay muchos, muchísimos hombres y mujeres, sean educadores, amas de
casa, periodistas, políticos, consagrados, sacerdotes, que son verdaderos testimonios de
santidad, sin necesidad de hacer cosas que llamen la atención. Compromisos de vida que son
fecundos y construyen desde la santidad en lo cotidiano.
Es cierto que poner estos modelos de santidad, los de la vida cotidiana, seguramente no sirve a
ciertos medios de comunicación que siempre buscan rating desde el sensacionalismo. Pero
también hay que subrayar que si el sensacionalismo, la difamación y la calumnia venden, es
porque hay muchos que lo consumen.
El sacar el cuero, difamar y calumniar forman parte de “la inteligencia del Mal”, que busca
convencernos que el mundo “fue y será una porquería... en el 2000 también”, como recita el
tango, o bien que mejorar es imposible. Esta postura es fatal porque lleva a cruzarnos de brazos
o peor bajarlos, matando todo tipo de ideal. Los cristianos tenemos la certeza que a pesar de
todo “la vida” triunfa sobre la muerte y esto nos anima a trabajar para mejorar nosotros y
nuestro mundo.
En este domingo el Se￱or nos pide que para corregir este flagelo de “sacar el cuero, la
difamaci￳n y la calumnia”, practiquemos “la correcci￳n fraterna”: “Si tu hermano peca, ve y
corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano” (Mt.18, 15). Si bien la
comunión de bienes y la solidaridad es una forma concreta del amor cristiano, desde ya que la
corrección fraterna también lo es.
¡Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas