Acuérdate
Tener memoria, hacer memoria son principios elementales en la construcción de nuestra
personalidad, en el referente histórico de nuestros pueblos y, principalmente, en la
edificación de nuestra propia fe. Hay pueblos que han olvidado su memoria cultural y
ahora no logran definir su identidad. Una fe sin memoria sería una fe sin raíces. Y una
juventud sin memoria está condenada a morir en el presente sin auscultar aún su futuro.
La memoria es el caldo de cultivo del futuro. Tiene su raíz escatológica. Mira hacia
adelante. El libro del Eclesiástico nos anima a “recordar nuestro fin”. La memoria nos
marca la meta. Va emparentada con la reconciliación tanto consigo mismo como con la
comunidad de los creyentes. Sana el corazón liberándolo de toda carga de culpabilidad y
facilita los elementos para la sana convivencia.
Pablo conoce las divisiones de su comunidad en Roma. Los hay fuertes y los hay
débiles. Para encarar semejante conflicto, Pablo apela a la memoria de Jesucristo. Él nos
va recordando las diferencias entre lo que es secundario de lo que es esencial. “Tanto en
vida como en muerte somos del Señor”. Todo centrado en Cristo como ‘memorial’
sagrado de nuestras vidas da sentido al potencial indiscutible de nuestra fe.
En el evangelio de hoy, Pedro pierde el examen. Olvidó la gramática, se le volvió
nebulosa la matemática y perdió la dirección: No sabe de verbos, no sabe de números y
está perdido en cuanto a la dirección del perdón. Pedro: No es lo mismo el que “tengas”
que perdonar a lo que “puedas” perdonar. Reduces el perdón a un único número que
sabes: El siete. Y Pedro: El perdón no va en una sola dirección: El otro/a, también Ellos
te pueden perdonar...
Cochabamba 13.09.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com