XXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
Lecturas bíblicas
a.- 1Cor. 5,1-8: Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.
b.- Lc. 6, 6-11: El hombre de la mano seca.
Nuevamente encontramos a Jesús, en una sinagoga de Galilea en sábado. Es
posible que como buen judío, fuese invitado a comentar la Ley, clave para
comprender que enseñaba (v. 6). Aparecen los escribas y fariseos con un fin: ver si
Jesús sanará en sábado, de ahí que el evangelista lo hace notar, para luego
acusarle de faltar a la Ley (v. 7). El otro protagonista es un hombre, con la mano
seca o paralizada. Nadie le pide a Jesús intervenir a favor del hombre, la vida de
éste no estaba en peligro, por lo mismo, podía esperar, lo mismo Jesús, hasta que
terminaran las prescripciones del sábado para sanarlo. El evangelista nos dice que
Jesús, conocía lo que pensaban los fariseos, sólo él hablará, sabe que sus
pensamientos son torcidos, pero nadie le impedirá hacer la voluntad del Padre
(v.8). La primera intención de Jesús, es hacer reflexionar a sus adversarios para
hacer más misericordiosa la praxis del sábado, ese día: ¿se debe hacer el bien o el
mal?, ¿salvar vidas o destruirlas? (v.10). Salvar, se entiende como permitir, ser
algo lícito, salvación contrapuesta a destrucción, ponía a los oponentes en una
dificultad moral y religiosa. Los escribas y fariseos, saben que tiene razón, impedir
las curaciones en sábado, sería hacer de la ley una crueldad, pero no están
dispuestos a reconocerlo, porque sería darle la razón, invalidar la razón de su viaje
desde Jerusalén; tampoco optan por el mal. Al verse humillados, responden con un
silencio detestable, ominoso, cargado de odio (cfr. Mc.3,5). Si llega a sanar al
enfermo, quiere decir, que Yahvé ha confiado su poder a Jesús, con los cual se
confirma su postura. Comprendiendo la situación, Jesús mandó al hombre de la
mano paralizada, ponerse en medio de la asamblea, que extienda su mano, no le
toca para no ser acusado de hacer un trabajo, y el hombre recobra el movimiento,
queda sana su mano (v.10). La misericordia de Dios ha actuado sobre él, por
medio de Jesús, con lo queda demostrado que la persona está antes que la ley. Él
quería hacer el bien, aunque fuera en sábado, y no destruir una vida humana,
porque era sábado, día del Señor. Si el sábado era el día que se conmemoraba la
salida de Egipto, ¿qué mejor que liberar a un hombre de la enfermedad? Sin
embargo, los fariseos prohibían sanar en sábado, pero permitían salvar la vida de
un animal accidentado (cfr. Mt. 12, 11; Ex.15). Gran contradicción es ésta, porque
significaba poner la ley, por sobre el bien del ser humano, lo cual encierra una
visión errada del querer de Dios, que Jesús con su obrar, quiere corregir. Sólo la
compasión de Cristo, cumple la voluntad de Padre. La observancia del sábado y la
circuncisión adquirieron importancia, como exigencia y notoriedad desde la
restauración religiosa del pos-exilio babilónico, la reforma de Esdras, en el gobierno
de Nehemías. Ambos eran signos de la alianza, su identidad más profunda, síntesis
de la ley mosaica. Jesús toma partido por el hombre, cuando hace suyo, el texto de
Isaías (cfr. Is.61, 1-2), proclamado en la sinagoga de Nazaret (cfr. Lc. 4, 18ss). El
sábado es figura del gran reposo sabático de Dios cuando todo alcance su plenitud
(cfr. Hb.4,8s) La reacción de los fariseos es de rechazo y odio, porque Yahvé
confirmó la actitud de Jesús; no podrán acusar a Jesús de haber trasgredido el
sábado, porque sólo usó su voz, su palabra una vez más es eficaz para el hombre
necesitado. Deliberan, qué debía hacer con Jesús (v.11). Es precisamente en esta
dimensión, donde el Reino de Dios, hecho de gracia y salvación, exige nuestra
conversión personal al amor del prójimo y su justicia. Es tiempo de integrar la
dimensión social a nuestra fe, para que conozcamos el proyecto que el Reino de
Dios exige de cada creyente. No hay que dejar que el mal se adueñe de más
personas, que disfrutan de la vida en forma egoísta, a costa del dolor de miles de
personas, que sufren en nuestra sociedad. Es el Evangelio, donde encontramos la
clave de esta liberación integral del hombre.
Santa Teresa de Jesús, experimentó el amor de Jesucristo y del prójimo, por eso
reflexiona: “ ¡Oh Jesús mío!, cuán grande es el amor que tenéis a los hijos de los
hombres, que el mayor servicio que se os puede hacer es dejaros a Vos por su
amor y ganancia y entonces sois 6poseído más enteramente; porque aunque no se
satisface tanto en gozar la voluntad, el alma se goza de que os contenta a Vos y ve
que los gozos de la tierra son inciertos, aunque parezcan dados de Vos, mientras
vivimos en esta mortalidad, si no van acompañados con el amor del prójimo. Quien
no le amare, no os ama, Señor mío; pues con tanta sangre vemos mostrado el
amor tan grande que tenéis a los hijos de Adán.” (Exclamaciones 2,2).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD