XXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Viernes
Lecturas bíblicas
a.- 1Cor. 9,16-19.22-27: Me he hecho todo a todos.
b.- Lc. 6, 37-42: Misericordia y caridad.
Este evangelio, nos invita a seguir la superación de todo juicio condenatorio contra
el prójimo (vv.37-38), y la preocupación por el hermano que yerra (vv.41-42). Un
modo de comenzar a amar y ser misericordiosos con el prójimo, es no convertirnos
en sus jueces. Jesús nos manda juzgar ni condenar con el pensamiento o las
palabras. Jesús propone el principio de la misericordia y el amor al prójimo. Quien
se convierte en juez atrae el juicio de Dios sobre sí mismo, y se le pedirá cuenta el
día del Juicio final. Como uno actúe, actuará Dios con cada uno de nosotros. Desde
ese trasfondo, se entiende la sentencia sobre el ciego, que quiere conducir a otro
ciego, el discípulo que no es más que el Maestro. Jesús señala la forma de superar
la falta que nos ha ofendido: perdonar y ser caritativo. El mandato se relaciona con
el Juicio: “seréis perdonados…y se os dará” (vv.37-38, cfr. Lc.11,4). Llegará el día
de la recolección final, Dios es el mejor pagador, su paga es siempre más que el
salario merecido, don de su generosidad (cfr. Mt. 5,12). La primera sentencia (v.
39), quiere enseñar a los fariseos, quienes se presentaban ante el pueblo como
guías en lo religioso, pero se cierran a la palabra de Dios proclamada por Jesús, por
lo que se convierten en ciegos. Los discípulos deben estar abiertos a la revelación
de hoy, dejarse instruir por el único Maestro que tienen, y ese es Jesús. Maestro no
superado por el discípulo, pero si responsable de la doctrina recibida (v. 39). Un
segundo tema, es la preocupación por el hermano que yerra y se quiere corregir.
Se refiere a quien no ve la propia ceguera, pero descubre los más mínimos defectos
ajenos en el prójimo. Si el discípulo quiere ser fiel a su misión ha de corregir a su
hermano, es la solicitud que Jesús tiene por los hermanos en la misma fe (cfr.
Mt.18,15s). El peligro en la corrección está en la medida que usemos, sobre todo
cuando el amor propio, distorsiona la verdad. Las faltas ajenas crecen y las propias
disminuyen o no existen. Otro peligro a la hora de corregir es la hipocresía, cuando
lo que quiere corregir en el otro no lo ha hecho en sí mismo. ¡Hipócrita! Saca,
vence el vicio primero que hay en ti, para con dignidad cristiana, puedas ayudar al
otro vencer su pecado. En el discípulo ha comenzado a reinar el poder y la fuerza
del reino de los Cielos, lo que supone conversión y arrepentimiento, asume su
propio pecado, y con humildad acercase al hermano que necesita ayuda.
Santa Madre Teresa, infundió en el Carmelo, un espíritu de caridad para crear
comunidades de frailes y monjas donde el respeto al otro fuera un modo singular
de saber que todos están en camino de conversión y perfección evangélica,
cimentados en la oración de unos por otros, la confianza y la sabia dirección de los
superiores. “Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéramos
en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados” (V 13,10).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD