Comentario al evangelio del lunes, 8 de septiembre de 2014
Queridos amigos:
A diferencia de lo que ocurre con el nacimiento de Juan Bautista, el evangelio no dice nada del
nacimiento de Nuestra Señora la Virgen María.
Esta fiesta surgió en oriente, y con mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el año 400. Allí estaba
siempre viva la tradición de la casa donde había nacido la Virgen María. Y esta tradición se consolidó
con la dedicación del actual santuario de Santa Ana en la misma ciudad.
Esta festividad quiere poner de relieve que María estuvo estrechamente vinculada a su Hijo Jesús,
como subrayan los textos bíblicos que hoy leemos en la Misa.
El profeta Miqueas alerta sobre la suerte del rey: será humillado por el invasor, pero no será el fin. De
nuevo suscitará el Señor un descendiente de la casa de David para levantar y sostener a su pueblo; su
autoridad tendrá el respaldo del Señor. Se insiste en su origen humilde y en su reinado de paz.
Mateo comienza el evangelio con la genealogía de Jesús. La genealogía nos ayuda a conocer nuestros
orígenes, nuestras raíces. Para los judíos era muy importante conservar viva la memoria de sus
antepasados. De esta manera, el nacimiento de Jesús queda vinculado a la historia de un pueblo, Israel;
una historia cargada de promesas y esperanzas, pero también de fragilidad y de pecado. Una pequeña
historia, en definitiva, que representa y de la que dependerá toda la historia de hombres y mujeres que
evocan todo lo que de bueno, de frágil, de éxito y de fracaso, de dolor y de sufrimiento existe en la
familia humana: patriarcas, sabios y profetas; buenos y malos gobernantes; trabajadores, campesinos,
desterrados, esclavos, nativos, emigrantes, prostitutas…
¿Quién, al leer esta primera página del evangelio, se sentirá excluido de la familia de Jesús? ¿Quién no
se sentirá llamado a participar de la plenitud de las promesas de Dios que se han hecho carne en un
miembro de nuestra familia humana?
Al poner fin a la serie de nombres, Mateo intencionadamente no llama a María esposa de José, sino
todo lo contrario: José, esposo de María.
Celebramos con gozo el nacimiento de María, porque de ella nace Jesús, el Hijo de Dios, en quien las
promesas de Dios llegan a su cumplimiento. Toda su grandeza y belleza la recibe la joven María del
Hijo que Dios le ha regalado.
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
Carlos Latorre, cmf