LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
(Números 21:4-9; Filipenses 2:6-11; Juan 3:13-17)
Hagamos un experimento. ¿Qué es una cruz? Todo el mundo piensa que sabe
bien lo que es. Es la intersección de dos líneas perpendiculares, ¿no lo diríamos?
Sin embargo, en el sentido original la palabra tiene otro significado . Cruz en el
griego, el lenguaje del Nuevo Testamento, es stauros . Quiere decir estaca en la
tierra usada para la tortura. Los romanos mandaban a los criminales que
llevaran el travesaño a la estaca para fijárselo. Por esta razón siempre
pensamos en la cruz como dos palos intersecándose. Pero al principio la cruz
era una estaca para la tortura.
Una revista recientemente tuvo la foto de una silla eléctrica. Dijo la leyenda que
ella fue usada en Texas para ejecutar a más que tres ciento de personas.
Parece ahora como algo espantosa con todo el equipo para inyectar al criminal
con el corriente eléctrico. Pero se puede imaginar cómo se consideraba como
una innovación misericordiosa hace cien años. Pues ultimó a los criminales
rápidamente. No tenían que colgar quince minutos muriéndose por falta de aire
como en el ahorcamiento. Créanlo o no, los dos métodos representan grandes
mejoramientos a la crucifixión. En ella el ejecutado tuvo que sufrir horas a
veces sangrándose a muerte. Sin duda la crucifixión sería denunciada hoy día
como pena “cruel e inusual”.
Sin embargo Jesús aceptó la crucifixión en obediencia a la voluntad de su Padre
Dios. No es que Dios quisiera la muerte brutal para su Hijo. De ningún modo.
Quería sólo que Cristo fuera al mundo para enseñar sus modos del amor. De
esta manera Dios haría a los humanos en sus hijos de verdad. Como dice el
evangelio hoy: “…tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único, para
que todo el que crea en él…tenga la vida eterna.
Desgraciadamente la raza humana no podía aguantar tanta bondad. Mató a
Cristo por una conspiración entre el pueblo judío, la autoridad romana, y cada
persona de la historia incluso a nosotros. Lo colgamos a la cruz mostrando a
toda creación el extenso de nuestra maldad. Pero como el caso de las serpientes
en el libro de los Números, pasó algo maravilloso.
En Números los israelitas se quejaba de las provisiones que Dios les dio. Habían
olvidado de la liberación de la esclavitud que realizaron por la mano de Dios.
Para enseñarles su error, Dios les mandó serpientes venenosas. Sin embargo,
después de que la gente se arrepintió, la imagen de una serpiente levantada en
un palo tuvo un efecto curativo. Sólo la gente tenía que mirar la imagen para ser
curada de la mordida de serpiente.
Así cuando miramos con la fe a Jesús colgado en la cruz, estamos salvados de la
maldad inherente. No es que la salvación venga estrictamente del crucifijo. No,
antes de que hubiera crucifijos en la Edad Media se posibilitaba la superación de
la maldad. Resulta ella de nuestro reconocimiento del pecado mientras nos
comprometemos a seguir a Jesús. Él nos formará en verdaderos hijas e hijos de
Dios Padre.
Miremos la cruz de Cristo; eso es la forma, no el crucifijo. ¿Qué vemos? ¿Sólo
dos líneas intersectándose? No, podemos describir el objeto con mayor preciso.
Vemos una línea intersectándose con una línea más corta. La línea corta
representa al mundo con todas sus limitaciones. La línea larga representa a
Cristo que nos salva de nuestros errores. Que lo sigamos siempre.
Padre Carmelo Mele, O.P.