Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 23, Sábado
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Aunque somos muchos, formemos un solo cuerpo, porque
comemos todos del mismo pan * Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza. *
¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo?
Textos para este día:
1 Corintios 10, 14-22:
Amigos míos, no tengáis que ver con la idolatría. Os hablo como a gente sensata,
formaos vuestro juicio sobre lo que digo. El cáliz de la bendición que bendecimos,
¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión
con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos,
formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan. Considerad a
Israel según la carne: los que comen de las víctimas se unen al altar.
¿Qué quiero decir? ¿Que las víctimas son algo o que los ídolos son algo? No, sino
que los gentiles ofrecen sus sacrificios a los demonios, no a Dios, y no quiero que
os unáis a los demonios. No podéis beber de los dos cálices, del Señor y del de los
demonios. No podéis participar de las dos mesas, de la del Señor y de la de los
demonios. ¿Vamos a provocar al Señor? ¿Es que somos más fuertes que él?
Salmo 115:
¿Cómo pagaré al Señor / todo el bien que me ha hecho? / Alzaré la copa de la
salvación, / invocando su nombre. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, / invocando tu nombre, Señor. / Cumpliré al
Señor mis votos / en presencia de todo el pueblo. R
Lucas 6, 43-49:
En aquel tiempo decía Jesús a sus discípulos: "No hay árbol sano que dé fruto
dañoso, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto:
porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es
malo, de la maldad saca el mal, porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.
¿Por que me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo? El que se acerca a mí,
escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se
parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre
roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla,
porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone por obra, se
parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella
el río, y en seguida se derrumbó desplomándose"
Homilía
Temas de las lecturas: Aunque somos muchos, formemos un solo cuerpo, porque
comemos todos del mismo pan * Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza. *
¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo?
1. La Iglesia Nace de la Eucaristía
1.1 La primera lectura de hoy ilumina profundamente la frase que tomamos como
título de esta sección: lo que somos como cuerpo de Cristo nace del cuerpo de
Cristo. Del cuerpo físico, flagelado, torturado, muerto y luego glorificado, hemos
nacido todos nosotros, que, en lo que padecemos y en lo que hemos hecho
padecer, en lo que manifestamos y en lo que habremos de manifestar de la gloria
del Padre, somos cuerpo suyo. Su Cuerpo nos hace cuerpo.
1.2 Ya hemos mencionado en otros comentarios cómo los fieles de Corinto eran
propensos a las divisiones y partidismos. Su ciudad, un populoso puerto repleto de
comerciantes tanto como de maestros de toda clase de teorías y doctrinas, era
terreno abonado para una especie de continua competencia y búsqueda de adeptos
y discípulos. Es natural que esto engendrara una mentalidad propensa a los grupos,
a las polémicas y a las divisiones. Pablo era consciente de las causas profundas de
este modo de pensar y de obrar y quiere sanarlas llevando l atención de aquellos
cristianos hacia la raíz misma de su ser; por eso escribe: "El cáliz de la bendición
con el que damos gracias, ¿no nos une a Cristo por medio de su sangre? Y el pan
que partimos, ¿no nos une a Cristo por medio de su cuerpo? El pan es uno, y así
nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos
comemos del mismo pan."
1.3 Una consecuencia importante de esta enseñanza es que nuestra unidad radica
en Cristo y no en otras cosas, por bellas o plausibles que nos parezcan. La unidad
no la dan ni la darán las clases sociales, los estilos litúrgicos, las preferencias
teológicas, los temperamentos o el pasado nacional o cultural. Más bien: todas esas
cosas, que en su medida pueden ayudar, también pueden interrumpir o dificultar la
unidad entre los cristianos. Ser pobre o ser francés o alemán, preferir el canto
gregoriano o la teología apofática, tener un talento muy contemplativo o un modo
de ser modesto y educado, todo ello puede definir modos de ser cristiano pero no
puede definir el cristianismo. Sólo quien busca a Cristo por encima de toda versión
existente o posible de cristianismo podrá trabajar eficazmente en la unidad entre
los redimidos por una misma Sangre y congregados por un mismo Cuerpo.
2. Hacer lo escuchado
2.1 La pregunta de Jesús en el evangelio de hoy no pierde actualidad: "¿Por qué me
dicen: Señor, Señor; y no hacen lo que yo les digo?". El Génesis nos relata con
primorosa belleza el poder que reside en la Palabra de Dios: "dijo Dios... y fue así"
(Gén 1,6-7.9.11). Lo propio de la creación es precisamente eso: no hay ruptura, no
hay solución de continuidad entre la palabra pronunciada y la obra realizada.
2.2 Cristo, en cambio, detecta ahora una situación diferente. Ahora sucede que
Dios habla y nada sucede. Es ante todo una afrenta a Dios. Nuestra rebeldía es
como un modo de decirle que él no es nuestro creador o nosotros no somos sus
creaturas.
2.3 Hay otra cosa interesante en el texto de hoy. El mismo Señor nos hace ver que
hay una continuidad entre el corazón y la boca, pues enseña que "la boca habla de
lo que está lleno el corazón". Esto, que es verdad en el hombre, semejanza de Dios,
es verdad de modo eminente en Dios, de quien el hombre ha sido hecho imagen. Es
decir: la boca de Dios no habla otra cosa sino lo que tiene su corazón.
2.4 Es lo mismo que leemos en el evangelio de Juan: " Nadie ha visto jamás a Dios;
el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, El le ha dado a conocer" (Jn 1,18).
Cristo, Palabra del Padre, es también la expresión del ser íntimo del Padre, de modo
que nada más cabe conocer de Dios sino lo que podemos saber a través de Cristo y
en Cristo.