XXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
Lecturas bíblicas
a.- 1Cor. 12, 12-14.27-31: Vosotros sois el cuerpo de Cristo.
b.- Lc. 7, 11-17: Muchacho, a ti te lo digo, levántate.
Este pasaje de la resurrección del hijo de la viuda de Naín, es propio de Lucas. Las
otras dos resurrecciones: la de la hija de Jairo (Mt. 9,18) y la de Lázaro (Jn.11),
son clarísimo anuncio de la propia resurrección de Jesús, Señor y dador de vida.
Naím, era una pequeña localidad, a la entrada de la ciudad, se encuentran dos
comitivas, la que encabeza el dador de la vida, y la que va precedida de la muerte
(cfr. Hch.3,14ss). La escena es dramática, si consideramos que la muerte del
esposo prematuramente y la del único hijo, era, en parte, la muerte de la esposa y
de la madre, ya que quedaba socialmente abandonada, lo cual pesa en el corazón
de Cristo, que se compadece de su dolor al momento de enterrar a su hijo (vv.13-
15). El hijo significaba para la madre, protección, sustento y consuelo; el pueblo,
la acompaña en su inmenso dolor. Jesús se llenó de compasión, eco de su mensaje
que trae misericordia, con los que se lamentan y lloran; Dios llega a los oprimidos
con su Reino. Jesús detiene el cortejo fúnebre, y luego de dirigirse a la madre, y
pedirle deje de llorar, toca el féretro y se dirige al joven, como si todavía viviera
“Joven, a ti te digo: Levántate” (v.14). Su llamada infunde vida, el joven, se
levanta y comienza a hablar, Jesús se lo entrega a su madre (v.15; Rom.4, 17;
Hch.3,15). La resurrección de muertos, es signo de su poder y su misericordia, el
primero, al servicio del segundo, y ambos son manifestación de la salvación que ha
llegado con Jesús (cfr. Lc. 1,78). Este gesto de Cristo Jesús, recuerda al profeta
Elías, que también, devolvió la vida al hijo de la viuda de Sarepta. La diferencia
está, en que Cristo Jesús, lo hace con el poder de su palabra, en cambio, el
profeta, debió usar ritos simbólicos (cfr.1Re.17, 17ss). La exclamación de la gente,
es la clave teológica para comprender esta acción (vv.16- 17). Su acción es signo
de la llegada del Reino de Dios, inaugurado y presente en la persona y palabra de
Jesús, en ÉL se hizo presente el poder de Dios. Estas manifestaciones infunden
temor y asombro por la acción poderosa de Dios, inicio de la glorificación de Dios.
Esta glorificación de Dios señala dos hechos salvíficos: el primero, ha surgido un
gran profeta, Dios interviene directamente en la historia; Jesús es ese gran profeta
(v.16); el segundo, Dios ha visitado benignamente a su pueblo (v. 16; Lc.1, 68).
Su fama se extendió por toda Judea y regiones vecinas. La resurrección del hijo de
la viuda de Naím, es un gran signo que anuncia la resurrección del propio Jesús,
liberación de la muerte, para toda la humanidad. De este evangelio, se desprende
que Dios es el primer amante de la vida, del ser humano, en particular, y de todos
los seres vivientes que ÉL creó (cfr. Sab. 11, 24ss). El cristiano comprometido,
defiende la vida, desde su concepción hasta su muerte natural por el amor y la fe
que sostenedores de su vida personal, familiar, laboral y social, política y eclesial.
Sabemos que morimos cada día, pero si abiertos a la acción del Espíritu Santo, el
mismo que resucitó a Jesucristo, nos resucitará también a nosotros (cfr. 2Cor. 4,
14) en el día final.
Santa Teresa de Jesús ve en la Eucaristía el mejor momento para tener un
encuentro con Jesús resucitado. “Porque si es imagen, es imagen viva; no hombre
muerto, sino Cristo vivo; y da a entender que es hombre y Dios. No como estaba
en el sepulcro, sino como salió de él después de resucitado. Y viene a veces con tan
grande majestad, que no hay quien pueda dudar, sino que es el mismo Señor, en
especial en acabando de comulgar, que ya sabemos que está allí, que nos lo dice la
fe. Represéntase tan señor de aquella posada, que parece toda deshecha el alma;
se ve consumir en Cristo. ¡Oh Jesús mío, quién pudiese dar a entender la majestad
con que os mostráis! Y cuán Señor de todo el mundo y de los cielos, y de otros mil
mundos, y sin cuento mundos y cielos que Vos criaseis, entiende el alma, según
con la majestad que os representáis, que no es nada, para ser Vos Señor de ello.”
(Vida 28,8).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD