XXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Jueves
Lecturas bíblicas
a.- 1Cor.15,1-11: Esto es lo que predicamos, esto es lo que creemos.
b.- Lc. 7, 36-50: La mujer perdonada.
Este evangelio, quiere manifestar el perdón y el amor que Dios concede a los
pecadores y marginados de la salvación. Jesús es invitado por un fariseo a su casa
a comer. Jesús se puso a la mesa, oportunidad que aprovecha para enseñar (v.36).
Simón le llama Señor. La casa del fariseo, estaba abierta y hasta los no invitados
podían ingresar, escuchar las conversaciones de los comensales, oportunidad que
aprovecha la mujer para ingresar también ella al banquete. Conocida como
pecadora, parece ser una meretriz; pareciera expresar un dolor muy personal. La
mujer entra en casa del fariseo en busca de Jesús, para manifestarle su amor y
devoción. Llora conmovida, le besa los pies con humilde gratitud, se suelta los
cabellos, algo no permitido para una mujer casada delante de los hombres; unge
los pies de Jesús con perfume. Se ha olvidado de sí, la guía la gratitud a Dios. Los
invitados al banquete rechazan a la mujer y su acción; Simón se hace su propia
idea de la persona de Jesús: si fuera profeta, como había oído, sabría qué clase de
mujer era la que lo tocaba, una pecadora, por lo tanto, no es un profeta ya no
tendría trato con pecadores. Juzga según su doctrina, no según la sabiduría de Dios
(v. 39). Jesús, que lee los corazones, como auténtico profeta, intuye lo que
pensaba Simón y le propone una parábola: Dos deudores insolventes debían uno
cincuenta y el otro quinientos; ambos fueron perdonados, ¿cuál amará más a su
acreedor o estará más agradecido? A aquél a quién perdonó más. La pecadora y el
fariseo representan a esos deudores: la primera debe quinientos, el segundo,
cincuenta. Quien más agradece es el que ama más, es decir, la pecadora. Jesús
confirma cuanto ha dicho en la parábola (vv. 44-50). Todas las miradas se centran
en la mujer y el purísimo amor que demuestra por Jesucristo, Dios y Hombre
verdadero, el fariseo Simón, no tiene conciencia de su pecado, de su deuda, por
eso, ama poco. El hizo todas las demostraciones de hospitalidad, en cambio el
fariseo no hizo ninguna nada de ello. Su amor desbordante de esta pecadora
arrepentida, a la que se desprecia, agradecimiento a la bondad de Dios. Sus
muchos pecados le son perdonados porque ha amado mucho (v.47; cfr. 1Pe.4, 8;
Jn. 14,21; 1Jn.3,14). El amor de la pecadora es motivo y consecuencia de perdón.
Llevado a la actualidad este evangelio, nos enseña que aquel que se fía de su
justicia, como Simón, y cree no tener necesidad de perdón, está en peligro, por no
acoger el amor desbordante de Dios. Si bien Jesús no aminora la medida del
pecado, establece la lucha contra él, no excluyendo a los pecadores, sino
comunicando el perdón y la salvación, haciéndolos santos e introduciéndoles en el
reino de Dios. Es el amor divino, don y precepto a la vez, manifestado en Cristo
Jesús, el que regenera, como a la pecadora, lo que mantiene viva la esperanza y la
dignidad humana. La penetrante palabra de Cristo, rescata una vida perdida (cfr.
Jn. 8, 1-11), con su ternura y amor salvador. El amor entraña perdón; el de Dios
para los pecadores, el de estos a Dios y a su prójimo y entre sí. La fe y el amor
salvaron a la mujer, pero primero fueron dirigidos a Jesús, porque había escuchado
su evangelio de gracia y de paz. Jesús, salvador de todo sufrimiento humano, aquí
en particular de las mujeres, la viuda de Naím y la pecadora.
Santa Teresa de Jesús, fue siempre muy devota de la Magdalena. “Estando el día
de la Magdalena considerando la amistad que estoy obligada a tener a nuestro
Señor conforme a las palabras que me ha dicho sobre esta Santa, y teniendo
grandes deseos de imitarla, y me hizo el Señor una gran merced y me dijo: que de
aquí adelante me esforzase, que le había de servir más que hasta aquí. Dióme
deseo de no me morir tan presto, porque hubiese tiempo para emplearme en esto,
y quedé con gran determinación de padecer.” (Relaciones 42).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD