XXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sábado
Lecturas bíblicas
a.-1Cor.15,35-37.42-49: Se siembra corruptible, resucita incorruptible.
b.- Lc. 8, 4-15: Parábola del sembrador.
Esta parábola está dividida en tres partes: la proclamación de la parábola, porqué
enseña en parábolas y la explicación de la misma. Nexo de unión entre la
proclamación de la parábola y la explicación es la pregunta de los discípulos: ¿qué
significa la parábola? La respuesta de Jesús es una cita de Isaías, que Lucas
recorta, “Él dijo: A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de
Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no
entiendan.” (v.10; cfr. Is. 6,9-10). En la proclamación Jesús pone el acento en el
éxito final de la semilla del Reino, a pesar de todas las dificultades, es decir, la
productividad personal del que escucha con atención la palabra. La atención se
desliza desde la semilla del Reino, a la semilla de la palabra de Dios. Ya no se trata
de la expansión del Reino que Jesucristo sufrió, debido al rechazo de Israel, sino
por los frutos que la predicación de la Palabra producirá. La atención se centra
entonces en la semilla que tiene asegurada una abundante cosecha, aunque
sometida a la aventura de la respuesta, que el oyente dé a la palabra de Dios. De
la parábola se deduce que Dios brinda gratuitamente la salvación que el Reino trae
consigo, pero dicha salvación no se consigue de manera automática o sin la
colaboración del hombre. Hay que destacar entonces, la iniciativa divina y la
respuesta del hombre y de la mujer que Dios ama gratuitamente. La pedagogía
divina no violenta la libertad que le dio al hombre y que respeta en todo momento.
Por otra parte, la palabra de Dios es siempre viva y eficaz, porque pide una
respuesta y no deja de juzgarnos, su eficacia se supedita a la voluntad del hombre,
que acepta o rechaza dicha invitación de Dios. Grande es, por tanto, la
responsabilidad que tenemos de cara a Dios y nuestra fe en la palabra de Dios. La
palabra de Dios fructificará en nosotros en la medida en que superemos la
superficialidad, oportunismo, inconstancia, afán de riqueza e idolatría del placer,
para ser tierra que fecunde la palabra de Dios con el calor que el Espíritu Santo
brinde a la semilla para que germine, crezca y madure. Todo esto requiere tiempo,
para que la transformación sea auténtica, y pasemos a ser discípulos de Cristo,
renacidos con criterios y actitudes nuevas. Se requiere un corazón noble y atento a
la palabra de Dios que lo ayude a progresar, la guardan y van dando frutos,
perseverando en la vida cotidiana. Es la ley del crecimiento del Reino de Dios, sin
avasallar a nadie, ni buscando frutos inmediatos, como creían los judíos acerca de
la salvación mesiánica que esperaban. Es el mismo estilo de la Iglesia, que confía
en la responsabilidad de cada creyente, respecto a su fe en la palabra de Dios.
Cada comunidad eclesial, espera paciente y humildemente los frutos de la escucha
de la Palabra, mientras con amor sirve a Dios y al prójimo, en medio de una
sociedad egoísta y consumista como la nuestra, elementos que en muchos, incluso
cristianos ahogan la semilla del Reino. Pero hay gérmenes de santidad en muchos
cristianos comprometidos con su fe en la Iglesia y movimientos eclesiales que
fecundan la sociedad desde dentro. Siempre esta tierra se abonará mejor con
buenas porciones de vida teologal, otras de oración y sacrificio, y perseverancia
para que la semilla crezca y madure. No hay que dejar de trabajar la salvación que
el Señor nos regala cada día.
Santa Teresa explica que al recitar el Padre Nuestro fijémonos en la semilla del
reino que Jesús ha sembrado en nosotros y veamos si somos consecuentes con la
vida de oración y obras que llevamos. Ingresar al reino es para servir a los valores
del reino que Jesús nos enseñ￳. “Porque cuando de veras le ha dado el Se￱or aquí
su reino, ya no le quiere en este mundo; y para más subidamente reinar entiende
es éste el verdadero camino, y ya ha visto por experiencia la gran ganancia que le
viene y lo que se adelanta un alma en padecer por Dios. Porque por maravilla llega
Su Majestad a hacer tan grandes regalos sino a personas que han pasado de buena
gana muchos trabajos por El; porque, como dije en otra parte de este libro, son
grandes los trabajos de los contemplativos, y así los busca el Señor gente
experimentada.” (Camino 36,8).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD