Comentario al evangelio del martes, 7 de octubre de 2014
Este relato evangélico se ha usado casi siempre para hablar de la importancia de la oración.
Siempre a partir de establecer esa dicotomía entre acción y oración. ¡Cómo se alguien se pudiese
entregar a la acción continua al servicio de los demás sin un buen fundamento de fe! Quizá haya que
empezar diciendo que esa dicotomía acción-oración es un poco falsa. La vida cristiana es una y no
implica que unas horas nos dediquemos a una cosa y otra a otra. No hay más que una motivación para
el cristiano: el reino y los hermanos. Y a eso nos entregamos en alma, vida y corazón.
Por eso, hoy voy a hacer una lectura un poco diferente de este relato y de las diversas posiciones
adoptadas por Marta y María. Y quizá aplicarlo a algo que nos puede pasar en el mundo actual y quizá
a veces en nuestras organizaciones (parroquias, cáritas, ONGs). En este relato vemos cómo las dos
hermanas acogen a Jesús en su casa. Una se preocupa de preparar lo material: la comida, el cuarto, la
cama para que duerma el invitado. Todo lo que necesite para sentirse bien. La otra simplemente se
sienta a sus pies y le escucha. Y de esto dice Jesús que es “la mejor parte.”
Así vista la historia me hace pensar que a veces nuestras organizaciones son perfectas en su
funcionamiento. A los necesitados les llegan las mantas, los alimentos, las medicinas. Les enviamos
todo lo que necesitan. Cáritas es en muchos países una organización de prestigio. Está muy bien
organizada. Hace bien su trabajo. Incluye también muchas veces un servicio de estudios prestigioso
que estudias las causas de la pobreza y la marginación social y su evolución a lo largo del tiempo.
Pero no hay que olvidar que lo nuestro no es una oficina dispensadora de servicios. Lo nuestro es
un servicio a los hermanos. Y lo que más necesitan es precisamente ser escuchados en sus cuitas no ser
recibidos por un oficinista que les da sí todo lo necesario pero con la frialdad de la burocracia. Lo que
necesitamos todos es que nos miren, que nos escuchen, que nos regalen tiempo y cariño. Lo de Marta
es importante, por supuesto. Pero sin lo de María se queda en nada. El hermano al que servimos es un
hermano no un objeto. Conviene no olvidarlo. Es, como han dicho tantos santos, Cristo mismo.
Fernando Torres Pérez, cmf