Comentario al evangelio del miércoles, 8 de octubre de 2014
El Padrenuestro es la oración de la fraternidad por excelencia. Nos centra en lo que es la vida
cristiana en su esencia: somos hermanos porque somos hijos. Ahí no hay diferencia ninguna. Todas
esas diferencias a las que damos tanta importancia de vez en cuando (raza, lengua, cultura, sexo,
política, y todas las que podamos imaginar, son puramente accidentales frente a la realidad más
profunda que nos une: somos hijos del Padre.
Pero, aún siendo la fraternidad/filiación nuestra realidad más profunda, lo que define nuestro ser,
eso no significa que sea ya un hecho. Desgraciadamente sigue siendo un proyecto, un sueño, un deseo,
una esperanza. Supone un compromiso real por llegar a ella, siendo muy conscientes de dónde
estamos. Todavía queda mucho por hacer que esa realidad profunda aflore a la superficie de nuestras
vidas y sea la que realmente marque y define nuestras relaciones con los demás, en la comunidad
cristiana, en la familia, en el trabajo, en la política, en el concierto de las naciones.
Ahí es donde tiene que estar el cristiano. Ahí es donde tiene que dar testimonio. Lo de ser cristiano
no se ve por el número de rosarios o por las hora pasadas de rodillas ante el sagrario ni por las
celebraciones más o menos floreadas y cantadas. Se ve en la realidad cotidiana, en la forma de
relacionarse con los demás, en el modo y manera como está comprometido en construir esa fraternidad
que es nuestra vocación y realidad más profunda. Por eso rezamos el Padrenuestro tantas veces. Nos
sirve de recordatorio de lo que somos. Nos recuerda nuestro compromiso con el Reino. Nos hace mirar
a los otros de una manera nueva.
Y también nos hace valientes para denunciar lo que no está bien, lo que no rima con fraternidad.
Vayan a leer de nuevo la primera lectura. Pablo no dudó en llamar la atención públicamente a Pedro (al
primer Papa) cuando entendió que éste no estaba comportándose como cristiano y que con su forma de
actuar no favorecía la fraternidad del Reino, al imponer a los paganos unas obligaciones sólo para
hacer felices a los cristianos de origen judío. Es decir, construir la fraternidad no significa decir a todo
que sí. En ocasiones, pasa por el conflicto y la denuncia. En ocasiones, pasa por luchar por los
derechos de los oprimidos, por hacer que nadie quede fuera o excluido. En ocasiones, pasa por dejarse
la vida en el intento. Como Jesús.
Fernando Torres Pérez, cmf