Fiesta. Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael (29 de septiembre)
Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios
I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecía de Daniel 7,9-10.13-14:
Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su
vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima ; su trono,
llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba
delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó
la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir
en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se
presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y
lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Sal 137,1-2a.2b-3.4-5.7c-8 R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor
Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R/.
Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan 1,47-51:
En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a
un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?»
Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la
higuera, te vi.»
Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has
de ver cosas mayores.» Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a
los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
II. Compartimos la Palabra
Miles de ángeles le servían
Es notorio que el que el estilo apocalíptico está trufado de multitud de imágenes,
de trazos surgidos de una imaginación fecunda y de una expresividad notable,
que no siempre está al alcance de la sensibilidad contemporánea. En la conocida
visión del capítulo 7 de Daniel, un Anciano, es decir, Dios, preside la corte
celestial (veste blanquísima, trono de fuego, servido por miríadas de seres…), y
éste entrega todo su poder a un ente colectivo, aquí rotulado como un hijo del
hombre, que bien puede señalar a la comunidad de los santos del Altísimo,
Israel, el pueblo elegido y consagrado que tiene que resistir los embates de los
imperios paganos que le rodean, aquí significados en cuatro fieras. La visión
apunta a una esperanza, porque el pueblo traducirá en la tierra el reinado de
Yahvé, que no tendrá fin. El hijo recibe de la divinidad el dominio y el efectivo
poder, y será venerado por todas las gentes. En su momento, la tradición judía
identificó a este personaje colectivo como el Mesías que debía liberar al pueblo
judío; por eso, cabe la violenta reacción vertida en condena por blasfemia,
cuando Jesús se autodenomina Hijo del Hombre, Mesías ante el sumo sacerdote,
según la narración del evangelio de Mateo (27, 63-66)
Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios
El evangelio de hoy relata la vocación de Natanael, al parecer el apóstol
Bartolomé, y viene obligado en el día de hoy por la alusión que hace a los
ángeles al final de nuestro fragmento como exponente de la gloria de Dios. Este
discípulo se nos presenta como exponente del Israel elegido que se ha
mantenido fiel a Dios. Más allá de la discutible oportunidad del texto para la
fiesta litúrgica de hoy, no podemos silenciar la riqueza que todos los relatos
vocacionales contienen, en concreto el cruzarse Jesús de Nazaret en el camino
de la persona desencadena un fecundo proceder que se sustancia en: llamada,
seguimiento, fe-confianza y promesa. Un dinámico proceso que nos permite
ahondar en el encuentro vivo con la Palabra hecha carne lo que nos habilita, en
tanto seguidores del Maestro, a confesar el nombre de Dios en nuestra
existencia y, en modo enigmático, a esperar en la promesa de ver la nueva
escala de Jacob, es decir, la gloria de Dios manifestada en Cristo Jesús, el
culmen de la fe en el evangelio de Juan para los hijos del nuevo Israel. Porque
Jesús es la permanente comunicación con Dios lo que apunta para nosotros a la
plenitud humana que en gloria y amor nos ofrece Jesús el Señor.
En el sentir cristiano tenemos a los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael como los
heraldos de la gloria de Dios, a cuyo servicio se deben.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)
Con permiso de dominicos.org