COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2014)
Domingo 5 de octubre de 2014 – Vigésimo séptimo del tiempo ordinario.
Evangelio según San Mateo 21, 33-46 (ciclo A)
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchen otra
parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un
lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se
fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores
para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo
golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a
enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de
la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: 'Respetarán a
mi hijo'. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a
matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera
de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con
aquellos viñadores?». Le respondieron: "Acabará con esos miserables y arrendará
la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo". Jesús agregó: "¿No
han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha
llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros
ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser
entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos". Los sumos sacerdotes y los
fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces
buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un
profeta.
ES EL MOMENTO DE DESPERTARSE, DE RECONOCER Y DAR FRUTOS
La Parábola de los “viñadores homicidas” se dirige al pueblo de Israel y hoy bien
podría ser a la Iglesia, donde Dios ha confiado la herencia para que, cada uno que
la recibió, tuviera que dar frutos “y frutos en abundancia”. Pero resulta que no solo
no dio frutos sino que también entorpece, o como decimos comúnmente “no come
ni deja comer”: no da frutos y además se usurpa, se apropia, se enseñorea. Pero el
Señor manda a los mensajeros, a los servidores, pero en lugar de recibirlos fueron
maltratados y algunos hasta muertos. Y cuando envía a Cristo, su Hijo, no lo
recibieron.
Eso nos puede pasar a nosotros, como Iglesia. Nos mandó a Cristo -que así está en
medio de nosotros- pero ¿qué estamos esperando? Lo principal es que está la
gracia de Dios, su Herencia, y también están los frutos que tenemos que sacar de
ella. Porque, de alguna manera, el Reino de Dios se extiende, crece, se desarrolla,
se multiplica, se prodiga a través de nuestra presencia, de nuestro trabajo.
Es importante saber que la Historia de Salvación, con esa elección que Dios hizo
con nosotros, exige de nuestra parte una fiel respuesta personal, y a veces no
respondemos personalmente. Miramos para otro lado, nos entretenemos en el
camino, nos dispersamos. ¡Pero es el momento de despertarse, de reconocer y dar
frutos!
Nuestra vida es una vocación, un don y una misión. ¿Qué hicimos con nuestra
vida?, ¿qué hicimos de nuestra vida?, ¿qué estamos haciendo con nuestra misión?,
¿cómo nos entregamos y damos a los demás?, ¿cómo estamos sirviendo a los
otros? Estas cosas hay que preguntárselas pero también hay que responderlas.
Que demos frutos y frutos en abundancia.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén