DOMINGO XXVII. CICLO A
SOLIDARIDAD, CARIDAD Y FRATERNIDAD
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / emiliorodriguezascurra@gmail.com / @emilioroz
La parábola de los viñadores homicidas (Mt 21, 33-46) que Jesús dirige a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo deja entrever a un Jesús entristecido, que ve que
su predicación no prende en sus contemporáneos, pues la actitud de los judíos no
cambia, siguen caminando en la penumbra de su propia vida, alejados de Dios y
ensordecidos ante el mensaje del Reino que él predica insistentemente.
En ella recorre toda la historia del pueblo de Israel, pues tal como escribe Isaías: “la
viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su
plantación predilecta” (5,7), puede hablarles del mensaje de los profetas ya que está
frente a la clase religiosa dirigente. La parábola es rica en imágenes alegóricas, en tanto
el mismo pueblo (judíos infieles) que desoyó la voz de los profetas (siervos), incluso
llegando a matar al último de ellos: Juan el bautista, que desconoció la autoridad del
hijo (Jesucristo), enviado del dueño de la viña (Padre), queriendo apoderarse de los
frutos producidos en ella, será despojado de todo, todo lo será quitado.
Será en cambio un pueblo nuevo (gentiles y judíos creyentes: la comunidad cristiana) el
que recibirá en herencia la viña, el Reino de Dios; aquel abierto a la escucha de la
Palabra y dispuesto a ponerse en movimiento de acuerdo a los valores que de ella
proceden. Así sucede también entre nosotros, cuántas veces anteponemos proyectos
personales, legislamos en nombre de Dios, privatizamos lo que no nos pertenece
haciendo de ello nuestra propiedad en la que podemos disponer de todo aun en
desmedro de los demás.
El Reino de Dios se traduce en solidaridad, caridad y fraternidad, todos valores que
tienen a Dios como justo juez y Señor, sin él a la cabeza cualquier iniciativa se torna
egoísta, moralmente subjetiva y relativista. Solo quien pone en Dios su confianza y lo
reconoce como el dueño de la creación y a ella como fruto divino hace un buen uso de
los bienes y se parte y reparte entre los demás, no monopoliza lo que pertenece a todos
sino que se abre a la dinámica del Reino en el que todos estamos invitados a formar
parte.-