XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Si con atolito se está aliviando, atolito que le sigan dando.
DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES
De los recuerdos de mi infancia y mi juventud viene el de la tía Lupe que
por años y años y años trabajaba en una tienda de ropa, y después estar
todo el día de pie, se dedicaba a distribuir en mi natal Guanajuato dos
revistas misioneras que recuerdo muy bien, Almas y Esquila Misional, que
hablaban de un mundo misionero que yo no conocía, pero que imaginaba
bastante bien en esa edad, por las muchas ilustraciones que traían. De esta
forma tan sencilla pero tan real, aquella mujer me enseñó el amor y el
cariño a las misiones en la iglesia. Ya de sacerdote, aunque no
precisamente misionero, tuve la oportunidad de coordinar el trabajo
misionero de mi diócesis, y eso me dio la oportunidad de tratar con
misioneros de carne y hueso, esos que yo conocía por las revistas y que
ahora tenía oportunidad de conocer, estimar y amar personalmente, me
encontré con gente de una entrega hasta el heroísmo que supieron dejarlo
todo, casa, patria, padres, costumbres, idioma, y que volvían a su tierra,
después de varios años quizá cansados y enfermos, para comunicar la
alegría que habían experimentado al dejar en los corazones de los extraños,
el mensaje evangélico que les generó alegría, y una alegría que habían
logrado infundir en todas las clases sociales y en todas las edades, los
niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos. La alegría de los misioneros
que yo traté se traslucía en su mirada, en su sonrisa y en una bondad tras
de la cual estaba la generosidad que les había llevado a dar la propia
existencia para entregarles a las gentes un mensaje que no era suyo, pero
que habían encarnado en sus propios corazones, hasta darles a las gentes
no un mensaje frío y escueto, sino un mensaje brotado del corazón mismo.
Hoy celebramos el día mundial de las misiones, que año con año nos hace
recordar que si la Iglesia existe es para salir y salir hasta hacer que todos
los hombres lleguen al conocimiento de la verdad y puedan participar de la
alegría de Cristo el Divino Redentor que se convirtió en el primer misionero,
en el gran misionero del Padre, un Padre que ama a todos sus hijos y que
nos dejó como el gran pacificador al Espíritu Santo y hacer así realidad la
evangelización a la que todos estamos llamados hasta hacer que el último
de los mortales pueda amar y corresponder con la propia vida al amor que
Cristo nos mostró con su sacrificio y su entrega en lo alto de la cruz, y que
luego el Padre ratificó al volverlo a la vida, al resucitarlo, haciéndolo cabeza
de la humanidad, y el primero que inicia la procesión de todos los salvados
a la casa del Padre. Hay que ser realistas, y decir que si bien es verdad que
la Iglesia ha conocido etapas gloriosas de vida misional, ahora las cifras nos
indican que después de veinte siglos de evangelización, los cristianos somos
minoría en el mundo, y que si no nos damos prisa a salir, muchas gentes se
quedarán sin conocer el mensaje evangélico. El Papa actual, del que no
dudamos de su carácter misionero, en la primerísima línea de su mensaje
para motivar a los cristianos a esta jornada, dice: “Hoy en día todavía hay
mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente la misión
ad gentes, en la que todos los miembros dela Iglesia están llamados a
participar, ya que la Iglesia es misionera por naturaleza, la Iglesia ha nacido
‘en salida’”.
Hoy el texto evangélico nos vuelve a conectar con el día glorioso en el que
Cristo se despedía de los suyos y les dejaba en ese momento la gran
encomienda: Vayan por el mundo… evangelicen, lleven mi mensaje,
bauticen a las gentes y luego háganles vivir como yo los he enseñado… en
el amor, en la generosidad, en la auténtica alegría. Y si hoy queremos ser
auténticamente cristianos, no podemos convertirnos en aguas estancadas
sino en río de agua viva que llevan la luz de la fe a otros hermanos nuestros
y parrafeando el n. 17 de Constitución Lumen Gentium del Vaticano II,
concluimos: “ la Iglesia es impulsada por el Espíritu Santo a colaborar
para que se cumpla efectivamente el plan de Dios que constituyó a
Cristo como principio de salvación para todo el mundo . Predicando
el Evangelio , esa es su misión, su alegría y su corona, la Iglesia mueve
a los oyentes a la fe , el don maravilloso de la fe que nos hace hijos de
Dios y a la confesión de la fe , presentándonos entre los hombres como
auténticos hijos de Dios, pero precisamente por nuestras obras, nuestro
compromiso con los más pobres, los prepara para el bautismo , para que
puedan ser también ellos de los elegidos, en camino de salvación a la casa
del Buen Padre Dios , los libra de la servidumbre del error , del
indiferentismo, del egoísmo, del deseo de poseerlo todo aún a costa de los
demás y los incorpora a Cristo , el Hijo de Dios, el que da la alegría y la
paz y la salvación, para que crezcan hasta la plenitud en él por el
amor ” y que todos seamos invitados a participar en el banquete de la vida,
viviendo desde entonces más plenamente el gozo y la alegría que se viven y
se respiran en el seno de la Santísima Trinidad.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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