DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
Homilía del P. Valentí Tenas, monje de Montserrat
12 de octubre de 2014
Mt 22,1-14.
Queridos hermanos y hermanas:
Como en los domingos anteriores, Jesús sigue hablando a los sacerdotes, jueces,
maestros y ancianos del pueblo, a los que Él reprende, durísimamente, con parábolas.
Es, pues, en este contexto, que hemos de entender el fragmento Evangélico de hoy.
Se cuenta que un día, Mahatma Gandhi, fue invitado a una fiesta de gala en Nueva
Delhi, y que los porteros del acto no le dejaron entrar porque no llevaba el frac. Iba con
sandalias, con su traje de siempre y llegaba a pie, sin cortejo, sin la limusina
correspondiente. Una vez de vuelta a su casa, empaquetó el frac y como remitente
escribió esta pequeña nota, que decía: "Aquí está el traje que deseabais, pero no la
persona".
El Evangelio de hoy todo gira en torno a un banquete de fiesta y de un sujeto central,
Dios, que nos invita a todos a la boda.
El Rey celebra la boda de su hijo. Es una invitación, por tanto, gratuita, y
espléndidamente generosa. Pide, eso sí, una respuesta coherente de los invitados;
pero los primeros invitados, los familiares directos, los judíos, preocupados por ellos
mismos, por sus propios intereses, son incapaces de valorar la generosidad del
convite. El individualismo es un grave peligro y la indiferencia un menosprecio. Son
desagradecidos, excusas de mal pagador. Jueces, escribas, fariseos, saduceos..., en
definitiva, todo el pueblo de la antigua Alianza, no escucha la voz del Rey, no escucha
la invitación del Señor, no pueden sentarse en la gran mesa de la fracción del pan.
Han menospreciado la llamada de Dios a expensas del cumplimiento legal y ritual de
la antigua alianza. Los primeros invitados no lo merecían. Pero la mesa está puesta y
el convite de platos sabrosos y suculentos, de vinos rancios clarificados, espera a los
comensales. Ahora es cuando tiene lugar la segunda invitación que es dirigida a todo
el mundo, la nueva Alianza que es ya irreversible: Es la Iglesia el nuevo pueblo de
Israel. "Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos
a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron,
malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.” Gente de todas partes
de la tierra y de toda condición social son personas agradecidas, son seguidores de
Cristo en el banquete del amor total. El amor, con amor se paga. Pero un invitado no
lleva el traje de fiesta, no lleva el vestuario interior del amor: El bautismo, el vestido
blanco de nuestra fe, de nuestra comunión, de nuestra estima y relación, signo de
nuestra dignidad sin mancha. Este compañero no lleva la indumentaria de la boda, no
ha comprendido la amistad que Jesucristo le ofrece. En su interior humano lleva ropa
de orgullo, de odio, de intolerancia, de envidia, rencor y desprecio. No lleva la paz, no
comparte la paz, rompe la armonía de la fiesta, es mejor invitarle a salir del comedor.
"Muchos son los llamados y pocos los escogidos".
Como cristianos, necesitamos escuchar, retener y perseverar en nuestra fe, que es
amor. "¡Dichosos los invitados a la mesa del Señor! ¡Felices los invitados a las bodas
del Cordero!" La Eucaristía, banquete de amor y de paz, abierto a todos nosotros hoy
y siempre... Pero, ¿cuál es nuestro vestido blanco de fiesta? ¿Cómo tenemos nuestro
corazón interior? ¿Compartimos el amor y la paz? ¿Intentamos hacer el bien y llevar el
bien a nuestra vida? ¿Cómo miramos a las personas, más por la etiqueta, por frac o la
corbata, la figura exterior ... o valoramos el ser humano interior, querido y creado por
Dios, imagen de Dios?
Como decía Mahatma Gandhi: "He aquí el traje que deseabais, pero no la persona".