XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
¿Somos nosotros Domund?
1.- Una fecha importante
Cada año, en el tercer domingo de octubre, celebra la Iglesia el día del Domund.
Es una fecha tan señalada que, a pesar de repetirse, mantiene todo su brillo.
Evoca la entrega de miles de misioneros y su fecunda labor apostólica. ¿Quién
no ha visto alguna fotografía de las jóvenes y entusiastas comunidades de los
llamados países de misión? ¿Quién no se ha enternecido ante la imagen de una
religiosa con un niño de color en brazos, atendiendo un dispensario o
impartiendo catequesis?
Hay quienes identifican el Domund con la bullangera y encantadora movida de
los niños de nuestras parroquias, que, armados de huchas y pegativas, se siente
misioneros solicitando un donativo para las misiones. El Domund es todo eso,
pero es más que eso. La intención del Papa Pío XI, cuando en el año 1926
estableció para toda la Iglesia esta Jornada, era suscitar en todos los católicos el
compromiso por las Misiones. Veía el Papa que los misioneros eran admirados e
incluso ayudados, pero nos faltaba aquí una conciencia más viva de que el
mandato misionero de Jesús de anunciar el Evangelio a todos los pueblos con
obras y palabras es un encargo confiado a toda la Iglesia y, por consiguiente, a
todos y cada uno de sus miembros. Una manera eficaz de asumir este
compromiso consiste en avivar nuestra conciencia misionera, suscitar un
conocimiento y un aprecio mayor y mejor de las Misiones, promover un
movimiento de oración en favor del trabajo de los misioneros y del cultivo de
nuevas vocaciones misioneras, colaborar con un apoyo económico eficaz a esta
evangélica causa. Para esto nació el Domund; ésta es su finalidad.
2.- Un cartel y un lema:
El día del Domund de este año viene enmarcado con un lema sugerente:
“RENACE LA ALEGRIA”, seguido de la etiqueta expresiva y testimonial “YO SOY
DOMUND”.
La alegría es una dimensión esencial de la evangelización, está en la entraña del
misterio trinitario y del plan salvador de Dios para la humanidad: “ El Padre es la
fuente de la alegría; el Hijo, su manifestación, y el Espíritu Santo, su animador ”,
nos dice el Papa en su mensaje. Jesús anunció el Reinado de Dios como Buena
Noticia, como la mejor Noticia. Así lo proclamaron también los discípulos de la
primera hora, y así se sigue proclamando hoy. Esa alegría es la que irradian los
rostros juveniles que se asoman al cartel. Contemplando sus miradas y sus
manos entrelazadas entendemos que su alegría nace de un corazón limpio y de
una fraternidad profunda. Es la alegría de haber encontrado a Jesucristo y, a la
vez, la alegría de poder anunciarlo a otras personas. Ellos son, en verdad,
Domund. Será bueno que cada uno de nosotros, y muy especialmente los
jóvenes, nos preguntemos: ¿Somos nosotros Domund?
El Papa advierte que “ el gran riesgo del mudo actual, con su múltiple y
abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del
corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de
la conciencia aislada” (E.G.2). Pero también afirma que “ la alegría del Evangelio
llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se
dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
asilamiento .Con Jesucristo siempre nave y renace la alegría ” (EG 1).
3. Las misiones, un servicio admirable
Cuando contemplamos con una mirada objetiva la obra humana y cristiana que
realizan los misioneros, nos sentimos asombrados. En los últimos 35 años, el
número de católicos ha crecido en casi 400 millones de nuevos bautizados, sobre
todo en África, Asia y América. Y son innumerables las obras sociales y
educativas que los misioneros realizan entre los más pobres y en todos los
continentes. Es oportuno que se sepa que, con la colecta del Domund, la Santa
Sede atiende, en más de un millar de Diócesis de países pobres, a la
construcción de templos, a la formación y mantenimiento de sus misioneros, a
las obras sociales. Mientras que en Europa ha habido una disminución drástica
del número de sacerdotes, casi se ha duplicado su número en África, Asia y
América. Sin la inyección anual de nuestras colectas, la actividad misionera se
debilitaría notablemente.
4. Promoción o evangelización, un falso dilema
Los hombres tienen hambre de pan y, también, hambre de Dios. Sería mortal
primar la sed de Dios con tal exclusividad que acabáramos entendiendo la acción
misionera como el anuncio de una salvación eterna, sin proyección y repercusión
sobre esta tierra de nuestros dolores. Pero sería igualmente mortal para la fe
que, acuciados por el problema pavoroso del hambre que padecen tantos
hermanos, olvidáramos que el hombre tiene también necesidades de sentido, de
esperanza, de salvación plena, de Dios en definitiva. Los pobres tienen el
sagrado derecho de conocer al Dios de la esperanza, el único bien gratuito.
Quienes hemos tenido la oportunidad de visitar a nuestros misioneros, hemos
constatado con gozo que allí donde llega un misionero no sólo surge una
comunidad cristiana, sino que con ella brota un impulso profundamente eficaz de
promoción y desarrollo de las personas. La misión es obra de amor. Jesús la
realizó mediante palabras y obras liberadoras. Por eso, el misionero
evangelizando promociona y promocionando evangeliza.
Ante el día del Domund os pido un recuerdo especial para los misioneros y
misioneras de Albacete. Y no olvidéis: ¡Vosotros también sois Domund! ¡Gracias
por vuestra oración y vuestra ayuda!
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos