DOMINGO XXX. CICLO A
¿CRISTIANOS ESQUIZOFRÉNICOS?
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / emiliorodriguezascurra@gmail.com / @emilioroz
Los escribas y maestros ponen a prueba a Jesús preguntándole acerca de cuál es el
mandamiento más importante de la Ley, ellos reconocían 613 preceptos que clasificaban
en graves y leves, su vida estaba marcada por el cumplimiento y la continua observancia
de los mismos. Ya anteriormente el mismo Jesús había afirmado no venir a eliminar la
Ley sino a darle perfecta plenitud. Así, decide aplicar un principio unificador de dos de
los mandamientos de la Ley de Dios para la vida de los hombres.
Une lo dicho en Deuteronomio 6,5: “Amarás al Se￱or tu Dios con todo tu coraz￳n, con
toda tu alma y con todas tus fuerzas”, y en Levítico 19,18: “Amarás a tu pr￳jimo como a
ti mismo”. Así sintetiza toda la Ley pero no por eso la reduce, pues ninguna de las otras
prescripciones resulta caduca por su afirmación sino que adquiere otra dimensión, en
tanto su cumplimiento ya no será por mero esfuerzo moral sino por amor. El amor es la
medida de todo, la Ley no puede oprimir al hombre sino que es el amor, y Dios es amor,
el que da plenitud a su vida.
Esto sirve para nosotros hoy, si bien no poseemos 613 prescripciones, sí confesamos los
mandamientos y preceptos que la Iglesia nos invita a poner en práctica en nuestra vida,
podemos entonces preguntarnos en un primer momento: ¿cómo me encuentro en
relación a aquello que se me pide como cristiano? ¿cómo es mi comportamiento como
hijo de Dios?. Para luego profundizar mi exámen y preguntarme acerca de ¿es para mí
el vivir el Evangelio, es decir aquello a lo que Jesús me invita, un mero cumplimiento o
hay rectitud de intención en mi interior? ¿amo al Señor solo con obras exteriores o con
toda mi alma y con todas mis fuerzas?
La respuesta de Jesús nos invita a no caer en una especie de esquizofrenia cristiana en la
que solo atendamos a uno u otro aspecto, pues la fe sin las obras está muerta al tiempo
que las meras obras nos reducen a ser una especie de agentes de filántropos. Todo
cristiano está llamado e vivir una vida integrada en la que el amor es la clave de unidad,
desde allí mira al mundo y sabe reconocer en Dios a su único Señor y dar gracias por el
don de cada día.-