Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 30, Jueves
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Tomad las armas de Dios, para poder mantener las
posiciones * Bendito el Señor, mi Roca. * No cabe que un profeta muera fuera de
Jerusalén
Textos para este día:
Efesios 6, 10-20:
Hermanos: Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder. Poneos las
armas que Dios os da, para poder resistir a las estratagemas del diablo, porque
nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso, sino contra los principados,
autoridades y poderes que dominan este mundo de tinieblas, contra las fuerzas
sobrehumanas y supremas del mal.
Por eso, tomad las armas de Dios, para poder resistir en el día fatal y, después de
actuar a fondo, mantener las posiciones. Estad firmes, repito: abrochaos el cinturón
de la verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a
anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened abrazado el escudo de la fe,
donde se apagarán las flechas incendiarias del malo. Tomad por casco la salvación
y por espada la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios, insistiendo y pidiendo en
la oración.
Orad en toda ocasión con la ayuda del Espíritu. Tened vigilias en que oréis con
constancia por todos los santos. Pedid también por mí, para que Dios abra mi boca
y me conceda palabras que anuncien sin temor el misterio contenido en el
Evangelio, del que soy embajador en cadenas. Pedid que tenga valor para hablar de
él como debo.
Salmo 143:
Bendito el Señor, mi Roca, / que adiestra mis manos para el combate, / mis dedos
para la pelea. R.
Mi bienhechor, mi alcázar, / baluarte donde me pongo a salvo, / mi escudo y mi
refugio, / que me somete los pueblos. R.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, / tocaré para ti el arpa de diez cuerdas: /
para ti que das la victoria a los reyes, / y salvas a David, tu siervo. R.
Lucas 13, 31-35:
En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: "Márchate de aquí, porque
Herodes quiere matarte."
Él contestó: "Id a decirle a ese zorro: "Hoy y mañana seguiré curando y echando
demonios: pasado mañana llego a mi término." Pero hoy y mañana y pasado tengo
que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!
¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos
bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo
que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: "Bendito el que viene en
nombre del Señor.""
Homilía
Temas de las lecturas: Tomad las armas de Dios, para poder mantener las
posiciones * Bendito el Señor, mi Roca. * No cabe que un profeta muera fuera de
Jerusalén
1. Armas del Espíritu
1.1 Una versión pacifista del Evangelio no quisiera que se mencionara nunca que
creer implica estar dispuesto a luchar. Sin embargo, la primera lectura de hoy no
habla de otra cosa. El hecho concreto es que ser cristiano conlleva pisar los
intereses del enemigo del alma, el demonio, el cual no está contento ni se quedará
impasible ante las conversiones.
1.2 En un tiempo en que mucha gente niega la existencia misma del demonio es
fácil creer que todos los problemas son "intramundanos," es decir, que todo puede
arreglarse con motivar, coordinar, organizar o corregir las voluntades humanas. En
el fondo, late en esta postura una especie de pelagianismo, es decir, la convicción
de que las fuerzas humanas, debidamente educadas, son suficientes para alcanzar
la plenitud de nuestro ser.
1.3 El problema de dar tanto protagonismo a la voluntad humana es que cuando las
cosas se detienen, cuando no avanzan, uno empieza a pensar que todo se debe a la
testarudez de la gente, o a factores sicológicos como la simpatía o la antipatía; o tal
vez empieza uno a conjeturar sobre intereses desconocidos que puedan tener las
demás personas. Lo grave de todo esto es que al final la mente termina abrumada
y perpleja, y el corazón acaba herido y seco y frío, mientras que los frutos que uno
quería y necesitaba jamás llegan.
1.4 No se trata de decir que somos marionetas de los espíritus, sino de admitir que
la realidad, el universo mismo es infinitamente más complejo que lo que alcanzan
nuestros cálculos y diagnósticos. No es sólo que los ángeles existen, como si fueran
"objetos" de nuestra atención o conocimiento, sino que la manera como miramos lo
que creemos que existe, depende ya de factores que no están completamente en
nuestro conocimiento ni bajo nuestro control.
1.5 Por eso la búsqueda de las "armas del Espíritu" es algo que corresponde
simplemente con la humildad, la sensatez y la conciencia de que el único conocedor
y único Señor de todos es Dios, y que sólo con la acción de Dios por su Espíritu
podemos ser vencedores en circunstancias que nunca serán completamente
diáfanas ni enteramente bajo nuestro poder.
2. Jerusalén y los profetas
2.1 La frase central del Evangelio nos deja perplejos: "No cabe que un profeta
muera fuera de Jerusalén." ¿Qué es eso de que una ciudad tenga tanta relevancia o
conexión con la vida de los profetas?
2.2 Para nosotros Jerusalén, el sitio que tiene casas y construcciones específicas es
todo lo que hay que decir de esa ciudad. Cuando en cambio queremos referirnos a
ideales como la unión de todos en Dios, usamos expresiones como esa, que son
abstracciones: "unión de todos en Dios."
2.3 La mente semita no obra así. Las palabras y lo que significan, las cosas y lo que
simbolizan van unidas. El "significado" no es algo adicional y mental que se posa
sobre un "objeto" que en sí mismo seria "neutro." Jerusalén, para el pueblo elegido,
no es "neutra" nunca. Es señal de amor, símbolo de predilección, memorial de
victoria, promesa de redención, sello de alianza, corazón palpitante que enlaza el
amor de Dios y el de Israel.
2.4 "Morir en Jerusalén" entonces es algo como quemarse entero en el amor de la
alianza. Alude al centro del poder, aquel poder con el que Cristo tenía que terminar
entrando en conflicto radical, pero sobre todo alude a su propia disposición para
vivir en su carne las cláusulas del nuevo y definitivo pacto entre Dios y los
hombres.