Tesoros escondidos
Sufrimos un olvido imperdonable. Hemos olvidado el corazón. No sabemos seguirlo ni
consultar sus intuiciones. Eso nos ha hecho calculadores, fríos, herméticos. Hemos
pasado por alto los valores de la sabiduría, ciencia propia del corazón. De ahí provienen
nuestras mediocridades, nuestras perezas intelectuales, la incapacidad de darnos a
plenitud y aprender a entregar la vida por los demás.
Jesús felicita a quienes multiplican sus talentos, sus dones, es decir, a quienes ponen a
funcionar todas sus capacidades en bien de los demás y asumen con responsabilidad sus
tareas. El poder hacer el bien no es asunto de presupuestos bien calculados. ¡No! Esto
depende de la dimensión del corazón, su anchura y profundidad. Los cálculos humanos
son mezquinos.
Pero hay un rechazo de parte de Dios a quienes entierran los tesoros de su corazón. Dios
no nos pide éxitos. Él solo pasa cuentas de la capacidad de imaginación, novedad y
creatividad con que afrontemos los desafíos del día a día. No es la profundidad del hoyo
donde enterramos nuestros bienes, sino la floración permanente de generosidad con que
vayamos construyendo nuestra historia, lo que Dios mira complacido.
Nuestro mundo se ha llenado de expertos. Ellos saben, pero no piensan. El cerebro se
les va oxidando. La tecnología es eso. Nos está privando de las fuentes primigenias del
pensamiento, del sentimiento. Perdimos los hilos de la comunicación interpersonal, la
comunicación. Estamos enterrando las vivencias del corazón. Es decir, la vida se ha
mecanizado. La Palabra nos invita a desmentir estos despropósitos y a darle rienda a
nuestros sentimientos, gozos en la construcción de una nueva humanidad.
Cochabamba 16.11.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com