Centinelas del futuro
Nuestra sociedad es una sociedad calculadora, egoísta. Todo lo mide por la eficacia. Y
para asegurarse de resultados, establece controles sin medida y sin dignidad. No
importan los medios con el fin de obtener la meta que se reduce a la acumulación de
capitales sacrificando en todo el capital humano. Se nos olvidó un ingrediente que da
fecundidad a nuestras vidas: El riesgo. Quien lo olvida, entierra su conciencia.
Adviento es como una atalaya, una torre gigante desde donde se divisa el porvenir…
Algo está viniendo: Viene Dios, viene del futuro que Dios habita más allá de nuestra
miopía y se encarna en el presente. Los cielos se rasgan, dice Isaías y Dios se integra a
nuestra caminada. Es fuego su presencia que derrite los hielos de nuestros corazones en
la hornaza de su inmenso amor.
Pablo era un vigía que orientaba a sus comunidades. Buscaba la solidez de su fe que a
su vez, cualificaba la madurez personal y comunitaria. Quería que las comunidades
fuesen luz en medio de las sombras, obscuridades y desconciertos de sus ambientes, luz
que indique los nuevos caminos, que abra brecha para generaciones desorientadas que
han perdido el rumbo. Una pequeña luz puede prender el mundo.
Y Jesús nos coloca frente a un mundo que no tiene memoria del futuro. Vive absorto en
el presente, olvidadizo de opciones y metas, sin raíces y sin cosecha de esperanzas.
Asumiendo el papel de centinela nos invita a “vigilar”, a tener “cuidado”, a aprovechar
los talentos y ponerlos en mesa común donde se aúnen las fuerzas en la construcción del
futuro. El discipulado es escuela que forja los centinelas del futuro.
Cochabamba 30.11.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com