XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Pr 31, 10-13. 19-20. 30-31; Sal 127; 1Tes 5, 1
«Es también como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les
encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a
cada cual según su capacidad; y se ausentó. Enseguida, el que había recibido
cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que
había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue,
cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho
tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos.
Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo:
“Se￱or, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado.”
Su se￱or le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de
lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu se￱or.” Llegándose también el de los
dos talentos dijo: “Se￱or, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que
he ganado.” Su se￱or le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido
fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu se￱or.” Llegándose
también el que había recibido un talento dijo: “Se￱or, sé que eres un hombre
duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso
me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es
tuyo.” Mas su se￱or le respondi￳: “Siervo malo y perezoso, sabías que yo
cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber
entregado mi dinero a los banqueros, así, al volver yo, habría cobrado lo mío con
los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez
talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no
tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas
de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.
La liturgia, que en su significado primario: “…es acción del pueblo…”, pero esta
acción no es porque el pueblo elabora la liturgia, sino que esta acción está
llamada a expresar la gratitud celebrativa al Dios que acontece, al Dios que se
hace presente en nuestras vidas. De manera singular, la Santa Misa-Eucaristía
nos lleva a celebrar la Nueva Alianza de Dios con el pueblo que se ha constituido
por la sangre de Cristo, su Hijo; en esta liturgia sacramental nos unimos al
Cántico de María diciendo: “…proclama mi alma la grandeza de Dios y se alegra
mi espíritu en Dios mi salvador…”. Por esto mismo, preparemos con mucha
atención la liturgia de la Eucaristía, sobre todo nosotros los ministros de la
Iglesia para que no parezca que ejercemos un oficio cultual solamente, sino que
presidimos la Asamblea del Santo Pueblo de Dios para celebrar su presencia
esponsal entre nosotros y de manera inigualable en la Santa Misa-Eucaristía.
La primera lectura que está referida al libro de Proverbios, y sobre todo en el
último capítulo, nos presenta a la mujer perfecta. Podemos sin darnos cuenta
caer involuntariamente en solamente describir las cualidades simplemente
humanas de la mujer. No se niega esto, porque la gracia de Dios incide en la
persona, la gracia de Dios no actúa independientemente a la vida del hombre,
todo lo contrario la gracia de Dios actúa en el hombre recreándolo, haciendo de
nosotros una criatura nueva.
Es así que esta mujer perfecta de la cual habla el libro de los Proverbios es la
mujer que vive la llamada de Dios en su vida, dejando que la gracia opere en
ella y se manifieste en ella, y es la gracia de Dios la que hace bella nuestra vida-
hermosa y perfecta, no porque no se tenga defectos sino que hasta la debilidad
humana realza y pone de manifiesto la acción de la gracia en la vida de la
persona. Así tenemos que esta mujer perfecta que es esposa, deleita, agrada,
consuela y hace reposar a su esposo, en esta belleza que evidencia la gracia de
Dios en ella. En la Sagrada Escritura, en muchas mujeres que narrando su
historia pone de manifiesto esta acción divina en ella; y así como dice San Pablo
en su carta a los Gálatas: “…así como por una mujer entró el pecado así también
por otra mujer nos llegó la salvación…”.
San Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses pone de manifiesto:
“…nosotros no somos de las tinieblas…”, de esta manera está exhortando a esta
comunidad cristiana a no retornar al pasado o a su vida anterior de paganismo.
De esto tenemos en la Sagrada Escritura en el libro del Génesis un suceso claro,
que es la mujer de Lot que se convierte en piedra de sal o como también lo dice
el mismo Jesucristo en el Evangelio: “…si la sal se desvirtúa con que se
sazonará…”. Lamentablemente se tiene que asumir que muchas veces en la
predicación que se hace en la vida cristiana, sobre todo para los sacramentos de
iniciación (Bautismo, Comunión, Confirmación), no somos radicales en la
exposición de la vida cristiana y nos quedamos en una explicación cultual, que
es parte de la preparación pero no es el todo. Donde se visibiliza la fe en una
persona o una comunidad cristiana es en cómo se celebra la liturgia, de manera
particular, la liturgia de la Santa Eucaristía y que se plasma en la vida ordinaria.
Es así que San Pablo aunque no usa la palabra conversión indirectamente está
llamando a una conversión continua a la comunidad tesalonicense, y esta
conversión no se debe entender en solamente creer o saber de Dios, sino que la
vida exprese la comunión con Dios, y como lo dice bien el evangelio: “…si el
sarmiento está unido a la vida da mucho fruto…”.
En este evangelio que San Mateo nos habla de los talentos, con frecuencia se
toma en su interpretación en el sentido de los dones que Dios nos da, o más aún
las cualidades con las cuales Dios ha agraciado nuestra vida y por la cual
estamos llamados a corresponder, en otras palabras este evangelio lo hemos
cuantificado, esto expresa una interpretación literal del evangelio; no se está
negando lo anterior que se ha dicho, pero tenemos que tener siempre presente
que cuando Cristo nos habla del Reino de los Cielos, usa un lenguaje muy
ordinario de la época, y este es el caso de los talentos del presente evangelio.
Por ello, tenemos que mirar desde esta perspectiva trascendente desde la fe,
esperanza y caridad el texto de San Mateo, por algo San Pablo nos dice: “…la
gracia de Dios no ha sido infecunda en mí…”, aquí San Pablo en ningún
momento habla de talento pero indudablemente están comprendidos.
Puede parecer sorprendente pero este evangelio nos introduce en una llamada
radical a la vida cristiana, pues el mismo San Pablo dice en otros textos: “…no
todos son profetas, ni apóstoles, ni doctores,…”, esto está poniendo de
manifiesto que estos talentos están haciendo referencia a la fecundidad de la
vida cristiana. Aquí tenemos que detenernos un poco para decir lo siguiente:
¿estamos abiertos a que la voluntad de Dios se realice en nuestra vida?, porque
esta actitud de nuestro corazón y en nuestra libertad es la que va a marcar la
fecundidad de nuestra vida. Nosotros en el Perú tenemos un ejemplo palpable de
cómo la gracia de Dios actúa en el hombre, sin límites y no por su condición, en
la vida de nuestro santo San Martín de Porres, que en su época un mulato que ni
siquiera tenía el poder acceder a una vida consagrada, Dios en sus designios que
lo que es imposible lo hace posible, este hermano nuestro es acogido en una
orden religiosa donde la vida de Martín expresará la acción de Dios en él, en una
vida bella y plena de santidad, concretizada en el servicio y la caridad a los
pobres. Es de esta manera como hoy la Iglesia nos invita a mirar los talentos del
presente evangelio, por ello pidámosle a Dios que nuestras actitudes,
pensamientos, sentimientos, proyectos, ilusiones, no sean un filtro para
restringir que la gracia de Dios obre en nosotros como seguramente es el
designio de Dios para nuestras vidas. Dios no quiere el mal, pero lo permite
porque tantas veces esta realidad pone de manifiesto las intenciones y lo que
hay en el corazón del hombre. El encuentro de María con el ángel nos ayude
para que así como ella escuchando la palabra del ángel aceptó el designio de
Dios en su vida, nosotros también en esta docilidad de corazón que Dios nos
conceda la gracia de que Dios haga fecunda nuestra vida, ya sea en la vocación
a la vida matrimonial o la vocación que vivimos en la vida ministerial.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar