SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERESO, CICLO A
Ez 34, 11-12. 15-17; Sal 22; 1Cor 15, 20-26.28;
«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus
ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante
de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor
separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos
a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi
Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación
del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis
de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis;
enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.” Entonces los justos
le responderán: “Se￱or, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o
sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o
desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a
verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de
estos hermanos míos más peque￱os, a mí me lo hicisteis.” Entonces dirá
también a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno
preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de
comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis;
estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.”
Entonces dirán también éstos: “Se￱or, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento
o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y él entonces
les responderá: “En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de
estos más peque￱os, también conmigo dejasteis de hacerlo.” E irán éstos a un
castigo eterno, y los justos a una vida eterna.»
Con la celebración de esta Solemnidad “Jesucristo Rey del Universo”, se
concluye el año litúrgico en la Iglesia, pero al mismo tiempo da inicio a
contemplar que Cristo es el Alfa y Omega, el Principio y el Fin, el haber sido
llamados en el Hijo a ser coherederos de Dios. Cristo, Juez de vivos y muertos,
ha sido enaltecido para romper las cadenas de esclavitud entre los hombres; en
el perdón mutuo para que no prevalezca el interés personal sino la comunión
entre los hermanos, para no anteponer las añadiduras, al Reino de Dios y su
justicia, porque las añadiduras son las que originan todas las contiendas entre
los hombres y las naciones.
En el evangelio, el mismo Cristo comienza con un anuncio profético: “…se
sentará en su trono de gloria…”. Todos sabemos por cultura general y aún más
desde la fe, que el Dios que se hace hombre: nació, vivió y murió, como dice el
Salmo: “…el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza…”; y en este
sentido, qué nos impide ver a Dios entre los hermanos, entre los
acontecimientos de la vida, en nuestra propia vida y solo ver a Cristo como
Todopoderoso, y no comprender que en su anonadamiento, en el despojarse, en
el acto del lavatorio de los pies a los discípulos, nos reveló el amor a los
hermanos: “…amaos como yo os he amado…”. Nos hemos quedado en una
justicia, que le pertenece a Dios, pero no en lo que lleva a la justicia, que Cristo
con su nacimiento hasta su muerte en cruz nos ha desvelado y en esto hemos
conocido el amor del Dios de la Historia. Cristo ha cargado con nuestras
injusticias, nos ha perdonado, ha vencido toda tentación, para enseñarnos el
camino de santidad, que nos conduce a la reconciliación con Dios y los
hermanos; por eso Él dice de sí mismo: “…Yo soy el camino, la verdad y la
vida…” y cuando le dice a Felipe: “…quien me ve a mi ve al Padre…”, este
desprendimiento radical de Cristo por llevar a cumplimiento la voluntad de su
Padre, escandalizaba a los sacerdotes-fariseos que vivían del culto (por eso en
muchos pasajes Cristo dice: “…habéis cambiado la tradici￳n por preceptos de
hombre…”).
El evangelio (la perícopa), se suele centrar en los que hacen la caridad y el bien,
pero no podemos quedarnos en este aspecto externo, que podía ser solo una
actitud altruista, La historia de Pacomio, un soldado de Oriente, pagano, se
convirtió porque veía con mucha frecuencia que iban a la cárcel (pues él estaba
encarcelado), gente humilde, pobre, pero que traían comida, vestían y curaban a
todos los de esa cárcel y le llamó la atención que no eran familiares ni amigos, y
cuando él a uno de ellos le preguntó por qué lo hacían, este no respondió, solo
dijo: “…no hay mayor alegría en dar, que en recibir…”, y le cont￳ su experiencia
con el Dios de la Vida. Este soldado Pacomio, en la Iglesia se le conoce como
San Pacomio, él ha puesto las bases, para lo que hoy se llaman los monasterios
de clausura, en su tiempo fundó más de un centenar de comunidades
monásticas. Yo no suelo narrar una historia en las homilías, creo que esta
historia puede ayudarnos a comprender y diferenciar: la caridad altruista, que no
está mal hacer un bien; pero la caridad cristiana no solo es dar el pan (medio),
sino transforma el corazón hambriento del hombre. Y esto es lo que Cristo hace
con nosotros cada vez que escuchamos su palabra y/o nos unimos con Él
sacramentalmente en la Eucaristía, Pan de vida eterna; los actos del cristiano
están llamados a poner de manifiesto el amor de Dios en nuestras vidas; esto es
lo que juzgará Cristo, no los actos, sino nuestra vida a la luz del mandamiento:
“…amar a Dios con el coraz￳n…; y al pr￳jimo como uno mismo…”.
En la segunda lectura San Pablo pone de manifiesto el fundamento de la vida
cristiana, como dice el Salmo 118: “…la piedra que desecharon los constructores
en piedra angular se ha convertido…”. Así en el acontecimiento de Cristo
Resucitado, obra de Dios, profecías cumplidas; Dios ha hecho de nosotros una
nueva creación. Un corazón recreado ya no se ve a sí mismo, aparece el
hermano; pues Dios nos ha creado para una comunión de vida, a imagen de
Dios, comunión perfecta (Padre-Hijo-Espíritu Santo). Entonces cuando San Pablo
habla del Cuerpo de Cristo y de sus diversos miembros, no tenemos que tener
miedo a la diversidad, pues en la comunión la diversidad pone de manifiesto
para el hombre que rechaza a Dios, que el amor es posible entre los hombres de
cualquier raza, cultura y condici￳n; y así dirá San Pablo: “…un solo coraz￳n, una
sola alma, un solo bautismo, una sola fe…”.
En el libro de Ezequiel, se habla: “…buscaré las ovejas descarriadas…”, este
amor, esta caridad que nos ha alcanzado a nosotros, es iniciativa de Dios, por
ello la vida del creyente (oveja), está llamada a que sea una vida de gratitud, de
acción de gracias, por ello el término en griego Eucaristía, es: acción de gracias.
Dios para realizar esta obra redentora, la ha iniciado desde nuestros padres:
Abraham, Isaac,… Como en nuestra vida hay un momento en que comenzamos
a ser conscientes de esta historia de salvación que Dios en su Hijo Jesucristo ha
inaugurado para nosotros, pero se inició antes que lo conociéramos.
No nos quedemos en las formas o enunciados, Sí “Cristo Rey”; pero que Él sea el
Rey de mi dinero, de mi profesión, en mi hogar, en mis afectos, que sea el Rey
que gobierne la vida de mis hijos, el que reine en mi sacerdocio. San Juan dice:
“…las ovejas escuchan mi voz y me siguen…”; un ejemplo inigualable lo tenemos
en la Virgen María, Cordera de Dios, que ante las palabras del ángel, dócilmente
se abre al plan-designio de Dios. Nuestro actual Papa Francisco, en la audiencia
de esta semana pasada, nos ha exhortado a desear ser santos, porque este es el
camino de la vida cristiana (Francisco, Audiencia general, 19 de noviembre de
2014); la vida del cristiano está llamada a transparentar, que nuestra vida es
acción de Dios y Cristo es Rey en nosotros.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar