Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 34, Viernes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Los muertos fueron juzgados conforme a sus obras. Vi
que descendia del cielo la nueva Jerusalén * Ésta es la morada de Dios con los
hombres. * Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino
de Dios
Textos para este día:
Apocalipsis 20, 1-4.11-15; 21, 1-2:
Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo llevando la llave del abismo y una cadena
grande en la mano. Agarró al dragón, que es la serpiente primordial, el diablo o
Satanás, y lo encadenó para mil años; lo arrojó al abismo, echó la llave y poso un
sello encima, para que no pueda extraviar a las naciones antes que se cumplan los
mil años. Después tiene que estar suelto por un poco de tiempo. Vi también unos
tronos y en ellos se sentaron los encargados de juzgar; vi también las almas de los
decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían
rendido homenaje a la bestia ni a su estatua y no habían recibido su señal en la
frente ni en la mano. Éstos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años.
Luego vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. A su presencia
desaparecieron cielo y tierra, porque no hay sitio para ellos. Vi a los muertos,
pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro
libro, el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en
los libros. El mar entregó sus muertos, muerte y abismo entregaron sus muertos, y
todos fueron juzgados según sus obras. Después muerte y abismo fueron arrojados
al lago de fuego-el lago de fuego es la segunda muerte-. Los que no estaban
escritos en el libro de la vida fueron arrojados al lago de fuego.
Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera
tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén,
que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna
para su esposo.
Salmo 83:
Mi alma se consume y anhela / los atrios del Señor, / mi corazón y mi carne /
retozan por el Dios vivo. R.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; / la golondrina, un nido / donde colocar
sus polluelos: / tus altares, Señor de los ejércitos, / Rey mío y Dios mío. R.
Dichosos los que viven en tu casa, / alabándote siempre. / Dichosos los que
encuentran en ti su fuerza: / caminan de baluarte en baluarte. R.
Lucas 21, 29-33:
En aquel tiempo puso Jesús una comparación a sus discípulos: "Fijaos en la higuera
o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que la
primavera está cerca. Pues cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está
cerca el Reino de Dios. Os aseguro que, antes que pase esta generación, todo eso
se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán".
Homilía
Temas de las lecturas: Los muertos fueron juzgados conforme a sus obras. Vi
que descendia del cielo la nueva Jerusalén * Ésta es la morada de Dios con los
hombres. * Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino
de Dios
1. El diablo encadenado
1.1 El Apocalipsis no cesa de asombrarnos. Cada capítulo y cada página
desenvuelven nuevas imágenes y recursos descriptivos que, aunque ya presentes
en el conjunto de la Escritura, aquí adquieren un tono especialmente enérgico y
majestuoso. He aquí una escena portentosa: un Ángel encadena a Satanás por mil
años, aunque luego quedará en libertad por breve tiempo.
1.2 Los estudiosos de la Biblia intentan encontrar un sentido a esa cifra de mil
años. En general hoy podemos hablar de un consenso en un punto: no se trata de
mil vueltas de la tierra alrededor del sol. El Libro Santo no está hablando del año
1000, ni del año 1100. Ni seguramente alude a una cifra que tengamos que
empezar a contar a partir de algún "gran" acontecimiento, que equivaldría a la
caída de una "Babilonia".
1.3 El diablo encadenado no es un pobre diablo. La Biblia no dice que esté inactivo,
sino que está encadenado, lo cual bien puede y quizá debe entenderse en el sentido
de un poder que no es ilimitado y que queda sujeto a un mandato particular de
quien le encadena, es decir, Dios. Bien puede pensarse que es la situación en que
vemos desenvolverse la historia humana que conocemos: el demonio no logra lo
que quisiera, pues, si pudiera, extinguiría por completo la noticia sobre Cristo; sin
embargo, sí logra objetivos, entorpeciendo, por decir lo menos, el anuncio de la
gracia.
1.4 El tiempo de encadenamiento termina. Esto indicaría, si la interpretación que
seguimos es correcta, que al final de los tiempos habrá un tipo de confrontación
inédito para nosotros; algo que no conocíamos y que reclamará una gracia singular,
como puede entenderse quizás de las palabras que dijo el Señor Jesús: "Y si
aquellos días no fueran acortados, nadie se salvaría; pero por causa de los
escogidos, aquellos días serán acortados" (Mt 24,22). Esto indicaría un tipo de
combate espiritual que rebasa lo que podemos imaginarnos.
2. Un Juicio y un Reino Compartidos
2.1 No podemos dejar pasar por alto un versículo elocuente de la primera lectura:
"vi unos tronos, y a los que se sentaron en ellos se les dio poder para juzgar... y
reinaron con Cristo mil años" (Ap 20,4). He aquí que los que mueren con Cristo y
son vivificados por Cristo, ahora juzgan e incluso ¡reinan! Ponderemos lo que esto
significa. Dios ha dicho: "Yo soy el Señor, ése es mi nombre; mi gloria a otro no
daré" (Is 42,8). ¡Y ahora vemos a creaturas humanas que juzgan y reinan! No hay
contradicción, sin embargo: la gracia no es una simple declaración externa de
benevolencia de Dios hacia los pecadores; es ante todo transformación de nuestro
ser por Él y con Él.
2.2 Esto significa participación en su propio ser y obrar, como ya enseñó
audazmente Pedro en su carta, que por las promesas de Dios llegamos a ser
"partícipes de la naturaleza divina" (2 Pe 1,4). Es también lo que contemplamos en
el quinto misterioso glorioso del Santo Rosario: María, la Madre de Jesús, reina. No
reina en lugar de Cristo, sino con Él. Y a eso estamos llamados nosotros también. Al
fin y al cabo, más que siervos ya hemos sido llamados amigos (cf. Jn 15,15).
Amigos que comparten un mismo Pan y un mismo Cáliz.