Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo B, Adviento,
Domingo de la Semana No. 1
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases! * Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve. * Aguardamos la manifestación de nuestro Señor
Jesucristo * Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa
Textos para este día:
Isaías 63, 16b-17;19; 64, 3b-8:
Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es "Nuestro redentor". Señor,
¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te
tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá
rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste, y los
montes se derritieron con tu presencia. Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de
ti, que hiciera tanto por el que espera en él. Sales al encuentro del que practica la
justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos: aparta
nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un
paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos
arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por
aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra
culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros al arcilla y tú el
alfarero: somos todos obra de tu mano.
Salmo 79:
Pastor de Israel, escucha, / tú que te sientas sobre querubines, resplandece. /
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R.
Dios de los ejércitos, vuélvete: / mira desde el cielo, fíjate, / ven a visitar tu viña, /
la cepa que tu diestra plantó, / y que tú hiciste vigorosa. R.
Que tu mano proteja a tu escogido, / al hombre que tú fortaleciste. / No nos
alejaremos de ti; / danos vida, para que invoquemos tu nombre. R.
1 Corintios 1,3-9:
Hermanos: La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor
Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo
siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues
por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque
en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis
de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor
Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de
qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a
participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!
Marcos 13,33-37:
En aquel tiempo, dijo Jesús sus discípulos: "Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo
es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a
cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad
entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a
medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga
inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a
todos: ¡Velad!"
Homilía
Temas de las lecturas: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases! * Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve. * Aguardamos la manifestación de nuestro Señor
Jesucristo * Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa
1. Una oración escuchada
1.1 ¡Qué grato es volver los ojos al pasado, a nuestro pasado en Israel, porque
todos hemos nacido a la fe gracias a Israel, y reconocer nuestra voz en ese gemido
del profeta: "ojalá rasgaras el cielo y bajaras" (Is 64,1)! Así suplica el corazón
oprimido por la tristeza; así ruega el alma agotada en su esfuerzo; así se queja el
hombre que ha palpado su límite y sabe que nada le queda, sino el horizonte de
Dios.
1.2 Aparentemente se trata de un mensaje de desesperación, pero es todo lo
contrario. Cuando el hombre sólo cuenta con sus recursos y estos se le terminan
llega la desesperación; pero si ese hombre cree en Dios, hace de su angustia un
camino que le lleva más allá de sí mismo. Pues tal es la condición del ser humano:
desesperarse en la cárcel de sí mismo, o trascender arrojándose en las manos de
su Creador. El profeta nos enseña a escoger.
1.3 Y lo más hermoso de esa oración es que sabemos que fue y que será
escuchada. Fue escuchada ya, podemos decir si miramos el misterio del Verbo
Encarnado, pues él rasgó los cielos y bajó. Pero además será escuchada una vez
más, la última y gloriosa, la definitiva, cuando el Cristo glorioso rompa los cielos,
cuando los recoja como una tienda (cf. Is 40,22) y brille su majestad infinita el día
último. Esta súplica, pues, abre el adviento de modo único, porque recuerda la
primera venida y ya anuncia la segunda.
2. Somos hechura de tus manos
2.1 Todo el adviento, que hoy empieza, va sellado con un tono de bendita
esperanza. La esperanza no es simple ilusión; la esperanza no es simple proyecto.
La esperanza nace en el borde mismo en donde nace también la desesperanza, esto
es, allí donde sabemos cruda y profundamente qué somos y qué quisiéramos ser.
Desde la conciencia viva de lo que somos aprendemos la distancia hasta lo que
queremos ser. Las dos cosas se perciben en la meditación de Isaías: "nosotros
pecábamos y te éramos siempre rebeldes" (Is 64,5): esto es lo que hemos sido;
"sin embargo, Señor, tú eres nuestro Padre" (Is 64,8): este es el principio de lo que
podemos ser.
2.2 De aquí aprendemos varias cosas. Primera: nuestro pecado no destruye nuestro
vínculo con Dios. Pecadores como somos, seguimos estando en sus manos, y él
sigue siendo nuestro alfarero. El pecado no anula la soberanía de Dios. Segunda: el
que nos hizo es quien sabe rehacernos. No haya para el hombre otra alternativa,
porque no hay otro Creador. Tercera: si en las consecuencias del pecado aparece la
justicia, en la victoria sobre el pecado brillan la gracia y la misericordia. Por ello no
hay modo de escapar de Dios. Como Él mismo dijo a santa Catalina de Siena: "en
mis manos están para justicia o misericordia".
3. Permanecer despiertos
3.1 Isaías pide la llegada de Dios; Jesucristo nos advierte sobre lo incierto de su
visita. Todo sucede como diciendo que mientras unos sufren porque se retrasa
otros viven como si nunca fuera a venir el Señor. Así vive el mundo, y las dos cosas
las hemos visto una y otra vez.
3.2 La visita de Dios se parece a la de un ladrón porque arrebata lo que creíamos
poseer. Y la razón es que no somos poseedores sino administradores, como Jesús
enseñó en más de un lugar. Para quien se cree dueño, Dios sólo puede ser un
ladrón y su llegada es como un robo. Para quien se siente administrador, en
cambio, la llegada de Dios es el término de sus fatigas; es el momento de cesar en
su labor y pasar al banquete. Como sucede en la Eucaristía.