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Domingo 2B Adviento
“Preparen el camino del Señor” (Mc 1, 1-8)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Voz del desierto)
¿Cuáles son las primeras palabras del primer evangelio?
El primer evangelio que se escribió fue el de Marcos. Y éstas son sus primeras
palabras, escritas ciertamente en una forma solemne y festiva. Empieza así:
<«Comienza la Buena Noticia de Jesucristo, Hijo de Dios».
Es la primera vez que aparece en el Nuevo Testamento la palabra evangelio (palabra
griega, que significa ‘buena noticia’), refiriéndose a algo escrito sobre Jesucristo.
El evangelio de S. Marcos va dirigido a comunidades de no-judíos. Pero comienza
diciendo que Jesús tuvo un Precursor, anunciado varias veces en la Biblia. Esto le da más
importancia a Jesús. Y cita tres pasajes de la Biblia: “Yo envío mi mensajero ” (Exodo 23:20 y
Malaquías 3:1) y “ Voz que clama en el desierto ” (Isaías 40:3).
Quien inicia la Buena Noticia, el Evangelio, es Juan el Bautista , que es llamado
mensajero de la Alegría, de las buenas noticias” (1ª Lectura de hoy: Isaías 40).
Impregnado de este espíritu, Pedro también anuncia la llegada de un cielo nuevo y
una tierra nueva e invita a acelerar este acontecimiento (2ª Lectura de hoy: Pedro 3, 8-14).
Así pues, ese mensajero y esa voz del desierto se refieren a Juan el Bautista, que
proclama la llegada de Jesús. Los dos coinciden en varias cosas:
–– Ambos (Juan y Jesús) piensan que el desierto es importante en sus ministerios.
–– Ambos llaman al pueblo al arrepentimiento.
–– Ambos serán traicionados, arrestados y asesinados.
La reacción de los judíos ante Juan el Bautista es conmovedora. Han pasado más de
trescientos años desde que un profeta estuvo activo en Israel. Y cuando oyen hablar de Juan,
les recuerda a Elías. La forma de vestir y la dieta de Juan lo relacionan con Elías. Juan iba
“vestido de pelos de camello, y con un cinto de cuero alrededor de sus lomos.” Así iba
también vestido Elías (2 Reyes 1:8).
Y se van al «desierto» a escucharle. Allí Juan los llama a un arrepentimiento
profundo, de metanoia o cambio de mentalidad para regresar a la voluntad de Dios.
¿Por qué es importante ir al desierto?
El desierto les recuerda a los judíos los 40 años de sus antepasados los israelitas, que
huían de Egipto hacia la Tierra Prometida. Fue tiempo de seguir y estar con Dios, que los
salvaba de la esclavitud egipcia.
Les recuerda su antigua fidelidad a Dios, que fue su amigo y aliado, pero, sobre todo,
el desierto es el mejor lugar para escuchar la llamada a la conversión. Allí hay privaciones.
Allí en el desierto el pueblo toma conciencia de la situación en que viven;
experimentan la necesidad de cambiar; se arrepienten; reconocen sus pecados sin echarse las
culpas unos a otros; sienten necesidad de salvación.
Juan es el encargado de convencer a todos de la urgente conversión que necesita vivir
todo el pueblo para acoger a su Mesías y Señor. Se trata de«preparar el camino del Señor», un
camino concreto y bien definido, el camino que va a seguir Jesús.
Según Marcos, «confesaban sus pecados» y Juan «los bautizaba».
José Martínez de Toda, S.J. ( martodaj@gmail.com )
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¿Qué lecciones sacamos de este evangelio?
1. Como Juan el Bautista, nosotros debemos ser mensajeros de la Buena noticia.
Una comunidad de rostro amable, alegre, confiado, sereno, pacificador . No un
rostro torvo, una mirada sombría, un gesto adusto y condenatorio. Hay que cuidar la imagen
pública de los que tenemos por vocación ser mensajeros de la Alegre Noticia .
Anuncia la buena noticia aquella comunidad que aplaude el bien y no da importancia
al mal, la que en lugar de sospechar y condenar, confía y disculpa, la que no sólo detecta
enfermedades, sino que ofrece la medicina de la curación fácil, posible y rápida. Y es creíble.
Debemos llevar un mensaje alegre y esperanzador para los pobres de la tierra, los
excluidos de los procesos de transformación, los matrimonios en crisis, los jóvenes
indiferentes a la fe, las nuevas generaciones, los ancianos, los marginados, los disminuidos.
2.Hoy día necesitamos la conversión para acoger más fielmente a Jesucristo en el
centro de nuestro cristianismo.
3.La conversión que necesita nuestro modo de vivir el cristianismo no se puede
improvisar. Requiere un tiempo largo de desierto , de recogimiento y de trabajo interior.>
¿Por qué nos resistimos a ir al desierto?
Precisamente ésta puede ser hoy nuestra tentación: no ir al «desierto», no recogernos
de tanto ruido y preocupaciones temporales y egoístas, <eludir la necesidad de la conversión,
no escuchar ninguna voz que nos invite a cambiar, distraernos con cualquier cosa, para
olvidar nuestros miedos y disimular nuestra falta de coraje para acoger el mensaje de Jesús.
La imagen del pueblo judío «confesando sus pecados» es admirable.
Los cristianos de hoy necesitamos hacer un examen de conciencia colectivo, a todos
los niveles, para reconocer nuestros errores y pecados. Sin este reconocimiento no es posible
«preparar el camino del Señor»>. (Pagola)
¿Qué otro mensaje daba Juan el Bautista?
Y Juan predicaba, diciendo:
-“Viene tras mí el que es más poderoso que yo, al cual no soy digno de desatar
encorvado la correa de sus zapatos. Yo a la verdad les he bautizado con agua; mas él les
bautizará con Espíritu Santo.
Jesús viene a traer al Espíritu Santo, el perdón, la sanidad espiritual, la restauración de
relaciones correctas, la incorporación al pueblo de Dios…
Juan el Bautista preparó el camino. ¡No lo bloqueó! ¡No puso más problemas!
Presentó soluciones. Preparó a la gente para entrar en el ámbito de la Buena Noticia. Y lo
hizo desde una humildad que impresiona: “¡ no soy digno de desatarle la correa de la
sandalia!” . Juan estaba abrumado ante la grandeza de Aquel a quien anunciaba.
¿Cómo preparar el camino hoy?
1) Purificar la mirada del corazón para “ver de otra manera”;
2) Poner en hora el reloj de la Paciencia y confiar en el sabio ritmo de Dios;
3) Hacer fácil el camino a los demás: con nuestra súplica a Dios, con nuestra
comprensión, con nuestra benevolencia a prueba de mal, con nuestra crítica constructiva, con
nuestra disponibilidad a ayudar, con nuestra alegría.