Solemnidad. La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María (8 de
Diciembre)
TODO UN PLAN DESDE SIGLOS
Padre Javier Leoz
Siglos atrás, antes de la llegada del Salvador, las profecías anunciaban lo que hoy
celebramos: en la Nazarena vendrá el Salvador. Ella nos traería la esperanza. Con
su “si” Dios se viene abajo y, en Ella, se rebaja hasta ponerse al mismo nivel que
nosotros.
En el ecuador del Adviento sale a nuestro paso la Solemnidad de la Inmaculada
Concepción. Si la Navidad tiene sabor a Dios, el Adviento, tiene gusto a María. Sin
Ella, sin su “sí” no hubiera existido Encarnación. Los ángeles no habrían descendido
gozosos en la Noche Santa. Sin, su apertura al plan de Dios, los pastores nunca
hubieran recibido la noticia del Nacimiento de Cristo. Sin, su ser Inmaculada, nos
faltaría a la Iglesia, a todos nosotros…un espejo en el cual poder mirarnos y aspirar
a lo que Ella fue: hermosa, limpia por dentro y por fuera. ¿Queremos un mundo
más limpio y sin tanta corrupción? Miremos a María.
¡Dichosa, María, por vivir tan profundamente tu relación con Dios, en Jesús por el
Espíritu! Tu beldad es para nosotros motivo de orgullo, motivación para
perfeccionar nuestra vida cristiana, llamada a levantar nuestros ojos hacia el cielo y
preguntarnos ¿qué puedo aportar yo a Dios? ¿Qué querrá el Señor de mí? ¿En qué
me tengo que abrir yo a los Misterios de Dios sin perder lo más santo que habita en
mí interior?
Al contemplar a María nos impresiona, sobre todo, que en este itinerario hacia la
Navidad, Ella, reza, espera, vive y sirve como nadie. Sin ser Dios, porque sabe que
no lo es, disfruta entrando de lleno en su Palabra. Sin muchas seguridades,
agarrándose a la fe, espera aguardando a que se cumpla el mensaje del Ángel.
¡Cuánta humildad en María! Su belleza fue precisamente su alma interior. No tuvo
más orgullo que satisfacer siempre los proyectos del Creador. Lejos de subirse en el
pódium del poder o del engreimiento se sintió, ya desde el principio, agasajada por
los humildes y desconcertando a los poderosos. Lejos de dejarse seducir por el
pecado (ser como Dios) se entregó en un cheque en blanco para vivir con
intensidad, sin fisura alguna y con regocijo el amor de Dios: amada de Dios,
discípula perfecta del Señor. ¡Dichosa Tú, María, por tu limpia morada para Dios!
Nuestros pueblos y ciudades, parroquias y catedrales, nos sentimos agraciados al
obsequiar esta festividad a María. Con Ella es posible salir de nuestro turbulento
pasado. Con María, camino del Nacimiento de Cristo, merece la pena sacudir del
corazón todo aquello que empaña nuestra amistad o fidelidad con el Señor, aplastar
la serpiente que nos somete, esclaviza, deshumaniza o distorsiona.
¿Sientes a María como una gracia especial en tu vida? ¿Te sirve de modelo a la hora
de salir de ti mismo y dar un paso en el conocimiento de la Verdad? ¿Abres las
puertas de tu vida para que, el Señor, te toque con su gracia y te haga comprender
lo que quiere para ti y desea de ti?
¡Dichosa Tú, Virgen Inmaculada, eres un cántaro que rebosa santidad,
disponibilidad y valor!
Gracias, Inmaculada Concepción, por ser elegida. Tu lotería fue Dios entrando en
tus entrañas. Haz que, también nosotros tus hijos, nos sintamos elegidos y
llamados a dar cobijo en el portal de nuestra vida a ese Jesús que viene a nuestro
encuentro. ¿Nos ayudarás, Madre?
¡QUIÉN PUDIERA COMO TÚ, MARÍA!
Llamas, María, silenciosamente
acompañada y rodeada de Misterios
y lo haces así porque, tu vida, fue grande en el silencio
porque, Dios, y nadie más, ocupó lo más santo de tus entrañas
porque, Dios, y nadie más, gustó la beldad interna de tu cuerpo
¡QUIÉN PUDIERA COMO TÚ, MARÍA!
Decir al mundo que, en la pequeñez,
está el secreto de la felicidad y el asombro
Que, en la humildad, se funde la llave para conquistar a Dios
que, en la docilidad, es donde uno se llena de la fuerza divina
¡QUIÉN PUDIERA COMO TÚ, MARÍA INMACULADA!
Poseer aquella perfección que al mismo Dios enamora
asaltar algunos de esos dones tuyos
con los que fuiste capaz de robar el mismo corazón al Creador
Vivir sintiéndonos amados por esa fuerza alta y extraña
que, cuando se acoge, es oasis de eternidad y de paz
¡QUIÉN PUDIERA COMO TÚ, MARÍA!
Responder siempre “SI” sin mirar a lo que atrás se deja
Ofrecer al Señor el campo de nuestro interior,
limpio y convertido, cuidado y reluciente
y que, Él, pudiera acampar sin miedo a ser rechazado
Caminar, como Tú lo haces, sin temor ni temblor
sabiendo que, cuando Dios entra por una ventana de tu casa,
la ilumina con rayaos de paz y de alegría desbordantes
Gracias, Virgen Inmaculada: eres don y regalo
Don para nuestra Iglesia
Regalo para todo el pueblo que,
en nuestras luchas y debilidades, rezamos, cantamos,
proclamamos y veneramos
tu inmensa pureza de Madre coronada de estrellas.
Amén.