DOMINGO II DEL TIEMPO DE ADVIENTO, CICLO B
Is 40, 1-5.9-11; Sal 84; 2Pe 3, 8-14; Mc 1, 1
Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías
el profeta: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino.
Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus
sendas, apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de
conversión para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de
Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán,
confesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se
alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que
es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus
sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
En este segundo domingo de Adviento, la Iglesia nos invita a vivir en la espera,
porque solamente en la esperanza de nuestro Salvador, Cristo Nuestro Señor, el
hombre puede encontrar el consuelo, el sosiego y el camino para una vida
verdadera y de una felicidad plena. Auqnue nos encontramos en un mundo
globalizado, y donde la tecnología ha puesto a nuestro alcance los lugares más
lejanos de manera virtual no olvidemos las palabras de nuestro emérito Papa
Benedicto XVI en su encíclica La Caridad en la verdad, en el capítulo 8: “…aunque el
conocimiento tecnológico al hombre le proporcione todos los medios posibles, la
soledad en la cual tantas veces vive no la resuelve…”.
El profeta Isaías empieza diciendo “…consolad, consolad a mi pueblo…”, palabras
importantes sobre todo en el contexto de Adviento, que ante una vida social muy
mediática, podemos dejarnos llevar o ir detrás de aquellas cosas transitorias o
pasajeras; el profeta habla de una consolación mayor que embarga y que anuncia
proféticamente la acción de Dios en el hombre. El mismo profeta sigue diciendo:
“…y hablarle al coraz￳n de Jerusalén porque se acaba su esclavitud…”. Porque hay
hombres entre nosotros de esta sociedad postmoderna que viven esclavos de: sus
vicios, sus manías y sus caprichos; y están como dando vueltas atados a una
cadena al eje de una piedra de molino y así parece que se alejan de la esclavitud
pero están atados a la esclavitud. Tenemos una imagen emblemática que es
Sansón, cuando los filisteos le arrancan los ojos y lo encadenan a una piedra de
molino y así Sansón va girando en torno a la piedra. Dejemos y pidamos que Dios
nos ayude a escucharlo desde nuestro corazón, donde se encuentran los
sentimientos más ocultos de cada hombre y donde solo Dios hablándonos nos
puede curar y liberar, y así experimentaremos y vivamos en la consolación que solo
Dios puede dar, así el grito del profeta es buena noticia.
El texto del evangelio del presente domingo va muy unido a lo que anuncia el
profeta Isaías, aparece la figura de Juan el Bautista, uno que grita: “…preparad los
caminos del Se￱or…”. Estas palabras del evangelio son una invitaci￳n radical a la
conversi￳n, que es la misi￳n de Juan el Bautista: “…él administraba un bautismo de
conversi￳n…”. Nuestro Papa Francisco, el día 4 de diciembre, a través de frases
muy sencillas pero con una gran profundidad ha dicho: “…no cristianos de
apariencia o cristianos de maquillaje, porque cuando cae la lluvia el maquillaje se
pierde…”. Esta llamada de conversi￳n no solo es para realizar una confesión formal,
sino creer y vivir el sacramento de la reconciliación como nos enseña la doctrina de
los santos padres de la Iglesia: el sacramento de la reconciliación es como un
segundo bautismo. San Juan Bautista dice: “…rectificar los caminos…”, nos está
ayudando a entender esta palabra la no práctica entre nosotros de la corrección
fraterna. San Juan Bautista es una gran ayuda, no solo porque nos ha mostrado al
Salvador, sino que con su predicación nos invita a la conversión y a rectificar los
caminos de la vida.
En la parte última del evangelio San Juan Bautista dice: “…yo bautizo con agua
pero Él bautizará con el Espíritu Santo…”; importante lo que dice San Juan, pues
manifiesta que es consciente de cuál es su misión, y por eso ante la pregunta de
muchos de sus seguidores, cuando le decían: “…eres tú el que tenemos que
esperar…”, según los evangelios, él respondía: “…no soy yo sino uno que viene
detrás de mí…”. Según la tradici￳n de la Iglesia, como hemos dicho líneas
anteriores el bautismo de Juan: de agua, es un bautismo de conversión, esta
conversión hay que entenderla en el sentido de expectativa a la llegada del Mesías,
un bautismo que preparaba a la vigilancia de la llegada del Mesías. A través de
este tiempo de Adviento, en la invitación a la conversión a la cual nos llama la
Iglesia, nos invita a abrirnos a la vigilancia y a la espera, para vivir en nuestra vida
las promesas que Dios Padre en su Hijo Amado ha dado cumplimiento para que
nosotros vivamos una vida nueva en el Espíritu Santo, esta es la diferencia
sustancial entre el bautismo de agua y de Espíritu, pues el bautismo en el Espíritu
Santo hace de nosotros una nueva creación, somos hijos en el Hijo.
Concluimos esta propuesta de comentario con las palabras de nuestro Papa emérito
Benedicto XVI: “…la Palabra de Dios asume el tono conmovedor del así llamado
segundo Isaías, que a los israelitas, probados durante decenios de amargo exilio en
Babilonia, les anunció finalmente la liberación: "Consolad, consolad a mi pueblo —
dice el profeta en nombre de Dios—. Hablad al corazón de Jerusalén, decidle bien
alto que ya ha cumplido su tribulación" (Is 40, 1-2). Esto es lo que quiere hacer el
Señor en Adviento: hablar al corazón de su pueblo y, a través de él, a toda la
humanidad, para anunciarle la salvación. También hoy se eleva la voz de la Iglesia:
"En el desierto preparadle un camino al Señor" (Is 40, 3). Para las poblaciones
agotadas por la miseria y el hambre, para las multitudes de prófugos, para cuantos
sufren graves y sistemáticas violaciones de sus derechos, la Iglesia se pone como
centinela sobre el monte alto de la fe y anuncia: "Aquí está vuestro Dios. Mirad:
Dios, el Se￱or, llega con fuerza" (Is 40, 11)…” (Benedicto XVI, Angelus II Domingo
de Adviento, 7 de diciembre de 2008).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar