Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo B, Adviento,
Domingo de la Semana No. 3
Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Desbordo de gozo con el Señor * Me alegro con mi Dios. *
Que vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado hasta la venida del Señor * En
medio de vosotros hay uno que no conocéis
Textos para este día:
Isaías 61,1-2a.10-11:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado
para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados,
para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para
proclamar el año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro
con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto
de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el
Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos.
Lucas 1,46-54:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, / se alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador; / porque ha mirado la humillación de su esclava. / Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones. R.
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: / su nombre es santo, / y su
misericordia llega a sus fieles / de generación en generación. R.
A los hambrientos los colma de bienes / y a los ricos los despide vacíos. / Auxilia a
Israel, su siervo, / acordándose de la misericordia. R.
1Tesalonicenses 5,16-24:
Hermanos: Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda
ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No
apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo,
quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios
de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea
custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha
llamado es fiel y cumplirá sus promesas.
Juan 1,6-8.19-28:
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo,
para dar testimonio de la luz, para que por él todos vieran a la fe. No era él la luz,
sino testigo de la luz.
Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén
sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: "¿Tú quién eres?" Él confesó sin
reservas: "Yo no soy el Mesías." Le preguntaron: "¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?"
El dijo: "No lo soy." "¿Eres tú el Profeta?" Respondió: "No." Y le dijeron: "¿Quién
eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices
de ti mismo?" Él contestó: "Yo soy al voz que grita en el desierto: "Allanad el
camino del Señor", como dijo el profeta Isaías." Entre los enviados había fariseos y
le preguntaron: "Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el
Profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno
que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la
correa de la sandalia."
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
Homilía
Temas de las lecturas: Desbordo de gozo con el Señor * Me alegro con mi Dios. *
Que vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado hasta la venida del Señor * En
medio de vosotros hay uno que no conocéis
1. ¿Quién eres tú?
1.1 La vida y la palabra de Juan tenían que despertar esta pregunta: ¿quién eres?
Marcos, por ejemplo, nos ha contado cómo vivía Juan: "llevaba un vestido de pie de
camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre" (Mc 1,6). Su manifiesta
ruptura con la sociedad era un inmenso interrogante que un día tenia que
dispararse: ¿quién eres?, es decir: ¿por qué vives como vives y hablas lo que
hablas?
1.2 Hay que destacar quiénes hacen la pregunta: son enviados de las autoridades.
Su pregunta no es simple curiosidad ni, lamentablemente, parece ser el espontáneo
deseo de conversión que las multitudes sintieron al oírle. Interrogan porque quieren
saber qué autoridad está detrás de Juan, o con otros términos, quén y por qué
podría hacer competenciao sombra a la autoridad de ellos. Esto explica la razón de
la interpelación que le hacen en Jn 1,25, del evangelio de hoy: "Entonces ¿por qué
bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?".
2. Soy una voz
2.1 La respuesta del Bautista es extraña, sin duda, para aquellos fariseos. Soy una
voz, les dice. Un modo terriblemente abstracto de referirse a sí mismo. Mas no
cualquier voz; es la voz que anunció Isaías, aquella que proclama la redención
después del destierro.
2.2 Isaías hablaba de rectificar los caminos para que brillara la gloria de Dios (Is
40,3ss). El espectáculo maravilloso que debía darse en esa clazada recta o
rectificada era el paso de victoria del pueblo que vuelve del destierro. La realidad
fue bastante distinta. Los judíos volvieron de su destierro a Babilonia, pero en
condiciones humildes y precarias, y con el corazón abatido, como lo describen bien
los libros de Esdras y Nehemías.
2.3 Este contexto nos permite entrever la fuerza de la palabra del Bautista: él dice
que es esa voz que en aquel retorno no se dejó oír. Dice entonces que la gloria que
no brilló en el retorno de Babilonia ahora se apresta a lucir ante todos los pueblos.
De modo que si las autoridades están inquietas y quieren saber a qué se están
enfrentando, que entiendan que es Dios mismo quien está detrás de todo esto.
Esas autoridades no son lo que anunció Isaías; su poder es provisorio y quedará
empañado. El mensaje es claro.
3. Dios se sale con la suya
3.1 Las palabras de Juan al final del evangelio de hoy son un acto de humildad pero
también, si lo pensamos bien, una advertencia. Si Juan, el rebelde, el indómito del
desierto, es tan pequeño ante aquel que viene, ¿quién viene, por Dios?
3.2 Isaías dijo: "el Señor hará brotar la justicia y la alabanza ante todas las
naciones" (Is 61,11). Entonces Dios toma nuestra historia en serio. La vida no es
un botín para provecho de los más fuertes. Ningún hombre puede creerse
indefinidamente señor y dueño de otros hombres. La vanidad cede y retrocede; la
justicia de Dios brilla. ¡Qué hermosa visión de Adviento!