DOMINGO IV DE ADVIENTO (B)
Homilía del P. Josep Miquel Bausset, monje de Montserrat
21 de diciembre de 2014
2Sam 7, 1-5.8b-11.16 / Rom 16, 25-27 / Lc 1, 26-38
Ya a las puertas de la Navidad, hermanas y hermanos, este cuarto domingo de
Adviento nos trae el anuncio, ya inminente de la Buena Noticia: Dios se acerca a
nosotros, a fin de hacer de nuestra historia, una historia de salvación. Y es que
también para nosotros, hoy la " revelación del misterio mantenido en secreto durante
siglos eternos y manifestado ahora en los escritos proféticos ", ha salido a la luz (Rom
16, 25-26).
Es este el proyecto de salvación universal, que es la expresión del amor infinito de
Dios por cada uno de los hombres y de las mujeres. Este misterio del Dios amor, hace
dos mil años se hizo presente en María, la joven de Nazaret. Fue la Madre Virgen, que
esperó llena de amor el cumplimiento de las promesas, y la que acogió con docilidad
la Palabra que en ella se hizo carne. La fe de María, imagen de la Iglesia, como nos
recordaba el Concilio Vaticano II, hizo posible que Jesús se hiciera hombre.
Con una confianza plena en Dios, con un humilde agradecimiento, con una total
apertura a la voluntad del Padre y con la alegría del Espíritu, María recibió el anuncio
del Ángel: " Alégrate, llena de gracia " (Lc 1,28). ¿No es eso, la alegría del Dios-con-
nosotros, lo que nos disponemos a acoger y a celebrar en esta Navidad? ¿O será sólo
un tiempo de vacaciones y de turismo, de comidas familiares y de regalos o de
soledades llenas de nostalgias?
El Adviento que estamos a punto de terminar nos invita a la esperanza. A una
esperanza que debe ser una "espera ferviente", como nos recuerda el Papa Francisco.
Por ello, como seguidores de Jesús, estamos llamados a " mantener bien visible la
llama de la esperanza, para que pueda alumbrar a toda la humanidad, el camino que
lleva al encuentro con el rostro misericordioso de Dios " (Palabras del papa en la plaza
de San Pedro el día 15 de octubre de 2014).
Y ¿cómo mantener y reavivar la llama de la esperanza en los corazones de los que
sufren? Cuentan que una vez un hombre quería dejar toda su fortuna al amigo que
fuera capaz de administrar bien su dinero. Por ello propuso a sus tres mejores amigos
el siguiente reto: Tengo tres grandes bodegas, todas del mismo tamaño. Aquí tenéis
cada uno esta bolsa de monedas. Vuestra misión consistirá en llenar la bodega con lo
que podáis comprar con este dinero. Ganará el que consiga llenar el mayor volumen
de la bodega. El primero de los tres gastó todo el dinero en arena, pero sólo pudo
llenar la tercera parte de la bodega. El segundo gastó el dinero en tierra, y llenó la
mitad de la bodega. Pero el tercero de los hombres gastó sólo una pequeña parte del
dinero consiguiendo, en cambio, llenar toda la bodega. Posiblemente los escolanes, o
los jóvenes de los Cursillos de Cristiandad de Girona que estáis aquí, estaréis
pensando qué pudo comprar aquel hombre para llenar la bodega, si los otros dos no lo
habían podido hacer. La pequeña parte de monedas que utilizó fue para comprar
velas, que con su luz llenaron de luz toda la bodega.
¿No es eso, hermanas y hermanos lo que significa el Adviento? ¿No estamos
llamados a ser portadores de luz, de esperanza y de alegría, para así hacer posible la
Navidad? ¿No fue éste el testimonio de esperanza del pequeño Guerau, hijo de un
antiguo escolán de Montserrat, y que él nos explicaba hace una semana en la Maratón
de TV3? El niño, con una mirada llena de ternura, nos decía que tenía un corazón con
sólo "tres cajitas", cuando todo el mundo tiene cuatro. Pero que era un "corazón
especial" . ¿Cuántas "cajitas" tiene nuestro corazón? ¿Es también un corazón especial
el nuestro, capaz de descubrir al Dios niño en todos aquellos que nos rodean? ¿O
necesitaremos, como el pequeño Guerau, que nos " arreglen" el corazón, en nuestro
caso demasiado acostumbrado a la indiferencia y al egoísmo?
La Nochebuena de 1979, el obispo Oscar Romero decía: " Tenemos que buscar el
Niño Jesús, no en las figuras del pesebre, sino en los niños desnutridos que se
acuestan sin cenar. En los niños que duermen al raso "(24 de diciembre de 1979). Es
en ellos, hermanas y hermanos, que encontraremos el Niño nacido de María. Y en los
que se encuentran solos, en los inmigrantes, en las familias que no pueden llegar a fin
de mes, en los que tienen el corazón lleno de heridas, en los ancianos que cobran una
pensión de miseria, en los que han perdido el trabajo y el hogar. En todos los que
sufren podremos descubrir el Dios Niño. Y en todos ellos hemos de sembrar
esperanza y alegría.
" El Reino de Dios ", decía también el obispo Romero, " ya está misteriosamente
presente en la tierra. Pero cuando venga el Señor llegará a su perfección. Esta es la
esperanza que nos anima a los cristianos "(24 de marzo de 1980)
Hermanas y hermanos: en medio del sufrimiento y de las tinieblas que rodean tantas
personas, la esperanza debe animar nuestra vida. Y como discípulos de Jesús,
tenemos que abrir nuevos caminos, nuevos horizontes, para así hacer posible un
mundo más humano y más fraterno.
" Hoy, cuando en el mundo es oscura noche, en la esperanza que me da la Buena
Nueva, grito bien fuerte mi fe en el futuro de la humanidad. Creo que un día toda la
humanidad reconocerá que Dios es la fuente de su amor. Yo creo que la bondad nos
salvará, y que dará como fruto, la paz ". Este era el deseo que expresaba Martin Luther
King. Este es también mi deseo para todos vosotros, para esta Navidad que se
avecina.