Y dejándolo todo…
La vida nos ofrece oportunidades, muchas veces impensadas e inesperadas, que
cambian el rumbo de nuestra existencia. Nuestras programaciones tienden a ser muy
rígidas. Queda poco espacio para la espontaneidad, la creatividad, la imaginación. Pero
hay un Maestro que sabe darle la vuelta a nuestro rumbo preconcebido y enrutarnos por
senderos que nos sobrecogen de asombro, de sorpresas inéditas: Jesús.
Pedro y demás compañeros de pesca estaban haciendo su oficio de lavar las redes. La
cotidianidad había hecho de ellos maestros en el arte. Pero sólo sabían de redes y de
peces. Para no cambiar su lenguaje, Jesús los llama a otra clase de pesca donde la
persona humana es el centro, principio y meta de la nueva actividad a la que los
convoca Jesús. Y cambia completamente su destino: Ser pescadores de hombres.
Jonás es el prototipo de vocación tardía, reacio a todo cambio en su vida, y cerrado por
dentro a cualquier posibilidad, en novedad, de que Dios pueda perdonar a su pueblo. No
le gusta un Dios que se arrepienta. No es amigo de la Misericordia, de la comprensión
del prójimo en su mismidad, no acepta el riesgo. Menos el cambio para sí mismo. Y de
pronto, se ve comprometido en la transformación de un pueblo que sabe arrepentirse.
Jesús inicia su predicación con una palabra nada fácil, traumática si se quiere:
‘conversión’. “Y dejándolo todo, lo siguieron”… es un principio elemental de la
conversión: Dejarlo todo, cambiar la vida en la novedad del Espíritu, dejarse guiar tras
la huella de quien te invita a SEGUIRLO. El mismo Jonás tiene que cambiar su
capricho antojadizo de apegarse a la sinrazón del castigo anunciado a su pueblo.
Cochabamba 25.01.15
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com