DOMINGO II. TIEMPO ORDINARIO.CICLO B
VER PARA CREER
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / @emilioroz
El llamado a los primeros discípulos no se centra en el mandato de hacer cosas, sino
mas bien en el de ver. “Vengan y vean” les dice Jesús ante su insistencia por saber de
dónde viene el Maestro. Muchas veces nuestra mirada es superficial, el mundo, las
cosas, las personas, se nos vuelven tan habituales que no vemos mas allá de lo físico, sin
embargo la mirada a la que nos invita Jesús es mucho más profunda, diríamos aun mas:
es penetrante.
Quien prefiere una visión del mundo cómoda, sin cuestionamientos, placentera, hace
opción por permanecer en la orilla y no por sumergirse en el agua de la vida, que nutre
la existencia, la purifica, la renueva, la sacia. Al contrario, quien opta por lo segundo se
embarca en una empresa llena de incertidumbre y movimiento, pues nunca el mar
permanece quieto, pero aun así quien controla el movimiento de las olas es el mismo
Señor del mar que nos conduce hasta la otra orilla para permitirnos encontrarnos con él.
Esta es la experiencia de todo seguidor de Jesús, ser protagonista de la propia vida,
asumiendo tareas y compromisos, y haciendo de ellos medios de santificación personal;
solo quien busca y hace extraordinario lo ordinario es capaz de conocer al Mesías, a
Aquel que da sentido pleno a la vida, pues no es lo mismo sobrevivir que vivir en
plenitud.
La propuesta de Jesús es la de tomar consigo la propia historia personal cargada de
alegrías, satisfacciones, temores, dolores, frustraciones, para montar sobre ellas la
propia vida de fe y con ello alcanzar la realización del plan de Dios en cada uno de
nosotros. No existe sino una escuela de discipulado de Jesús: la de la propia
experiencia. No existen profesionales de la fe, sino que nuestra relación con Él es
personal y única, y de ella se nutre y crece, sin ser por esto privatista de los demás,
aunque sí privada, pues Dios se comunica con cada uno de manera única y distinta.-