FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR (B)
Homilía del P. Joan M. Recasens, monje de Montserrat
11 de enero de 2015
Is 55, 1-11 / 1Jn 5, 1-9 / Mc 1, 7-11
Con la fiesta del Bautismo del Señor se cierran las celebraciones litúrgicas de las
festividades navideñas y se inicia el periodo denominado de la vida pública de Jesús.
Como bien sabemos, las lecturas de las misas quieren ser una catequesis que la
Iglesia nos propone para comprender mejor la fiesta que celebramos.
Hoy, en el fragmento de la primera lectura que se nos ha proclamado, Isaías pone en
boca de Dios todo lo que el pueblo de Israel recibirá con la venida de su Mesías. Será
un tiempo de prosperidad y de bienestar para todos aquellos que busquen al Señor
porque él se dejará encontrar y lo sentirán muy cerca. Les predice que así como la
lluvia y la nieve que caen del cielo fecundan la tierra y la hacen germinar, la palabra
salida de los labios del Señor no se volverá infecunda ya que hará que se cumpla en
ellos todo lo que les había predicho.
El pueblo de Israel esperaba con ansia la venida de este Mesías de Dios, ya que los
acontecimientos políticos, sociales y religiosos que los rodeaban cada vez les hacían
más imposible la vida, especialmente a la gente pobre y sencilla del pueblo. De esta
espera y de este malestar surgieron varios movimientos mesiánicos que querían ser
precursores de la definitiva venida del Mesías salvador prometido por Dios por medio
de los profetas. Mesías que les había de liberar de la opresión insoportable de los
poderosos.
Juan Bautista fue uno de estos promotores, predicador de un movimiento de
purificación y de conversión de costumbres del pueblo de Israel para que esta
conversión de costumbres pudiera allanar los caminos para la venida inminente del
Mesías salvador anunciado de antiguo por los profetas.
La fama de Juan Bautista y su predicación atraía mucha gente del pueblo que quería
ser bautizado con su bautismo de purificación en las aguas del Jordán. Con todo, Juan
Bautista dirá a todos que él no es el Mesías esperado ya que detrás de él viene otro
más poderoso, del que no es digno de agacharse a desatarle la correa del calzado. Yo
os he bautizado con agua, decía; pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Jesús, después de vivir unos treinta años en familia una vida normal como la de
cualquier hijo de su pueblo, atraído por la fama del Bautista, lo dejará todo, pueblo,
trabajo y familia para ir al Jordán a hacerse bautizar como uno de tantos, por Juan. Y
al instante, cuando salía del agua, nos ha dicho Marcos en el fragmento del evangelio
que se nos ha proclamado, Jesús vio rasgarse el cielo y que el Espíritu como una
paloma, bajaba hacia él y se oyó una voz del cielo que decía: "tú eres mi Hijo amado,
mi predilecto".
El encuentro con Juan Bautista fue para Jesús una experiencia que dio un giro total a
su vida. Después del bautismo en el Jordán, Jesús ya no vuelve a su trabajo de
Nazaret; no se adhiere tampoco al movimiento del Bautista. Su vida se centrará ahora
en un solo objetivo: anunciar con voz fuerte e insistente a todos la Buena Nueva de
Salvación de un Dios que es padre y que quiere que el ser humano se salve y sea
plenamente feliz.
Pero lo que transforma la trayectoria de Jesús no son únicamente las palabras que
oye de los labios de Juan el Bautista ni el rito purificador del bautismo. Jesús vive algo
más profundo. Se siente inundado por el Espíritu del Padre. Se reconoce a sí mismo
como Hijo de Dios. Su vida consistirá en adelante en irradiar y contagiar a todo el
mundo este amor insondable de un Dios que es Padre y ama, y que no quiere la
muerte del pecador, sino que se convierta y se salve.
Esta experiencia de Jesús incluye también un significado para todos y para cada uno
de nosotros. La fe es un itinerario personal que cada uno debe recorrer. En el
momento de nuestro bautismo, también nosotros hemos sido inundados por la
presencia del Espíritu Santo de Dios y hemos recibido la misión de ser testigos de su
amor infinito en medio de nuestro mundo; es necesario, sin embargo, que
personalmente tomemos conciencia de ello y que como Jesús, con el ejemplo de una
vida santa y también de palabra podamos anunciar con voz fuerte a todos la Buena
Nueva de un Dios que sólo quiere el bien para el ser humano y su salvación.
Que la celebración de la fiesta del bautismo del Señor nos ayude a comprender mejor
nuestra misión y que nos dé la fuerza para poder ser testigos suyos en medio del
mundo en el que vivimos, de este amor infinito de Dios para todos y por cada uno de
nosotros.